Por la espalda atacan las manadas carroñeras y
proceden de sectores políticos, jurídicos y bancarios en esta España donde la
honradez influyente paga cara la osadía. Ahí es nada, batallar contra la
traición dando la cara que muchos esconden tras la apariencia de lo digno,
siendo sólo viles rastreros sin otro valor que el botín de sus indecencias. Qué
fácil es anatemizar a quien tiene derechos que le vulneraron siendo ofrecido en
sacrificio al severo juicio popular, ése capaz de olvidar a conveniencia y
reescribir la Historia
bajo el dictado de sus propios verdugos.
La
expropiación de Rumasa solo tiene de cierto el reparto de los restos a precio
de saldo para que otros hicieran negocios multimillonarios con el tufo
especulativo de lo parasitario. ¿Esa repugnancia en flagrante delito no se
persigue? Sobre el enjuiciamiento del dueño del Holding sólo queda la rastrera
evidencia jurídica de que jamás le han dado ocasión de defenderse ante un
tribunal imparcial.
Ahora
y sin considerar la primera traición contra Rumasa, cae una cuchilla del
descrédito cuando se ha desfondado el viático crediticio que sostenía el Grupo
Empresarial de Nueva Rumasa. Ahora el gran justiciero, cuyo trabajo levantado
sobre la ruina de Rumasa ha sido aclamado durante treinta años después de la
expropiación, ahora vuelve a golpearse de manera sutil su credibilidad de quien
nada tenía que demostrar para garantizar su honorabilidad. Ahora el gran
empresario al que se han arrimado amigos de todo color elogiando la defensa de
sus intereses empresariales… ahora vuelve a sufrir el escarnio practicado con
absoluta injusticia y esos “amigos” desaparecen por el mismo arte
prestidigitador del engaño que supuso aquel 23 de Febrero de 1983.
Al
pueblo le resulta fácil pedir que corten las cabezas sin advertir la cuchilla
que pende sobre su propio cuello y vitoreando a los ejecutores de su miseria.
¡Qué mezquina ignorancia procurada por la envidia y el desconocimiento de la
gratitud! José María Ruiz-Mateos traspasó las líneas de lo convenientemente
mediocre y en el ingenio de su proceder empresarial topó con delincuentes
justificados por las urnas.
José
María Ruiz Mateos fue atacado vilmente, tras la excusa populista, para
practicarle el saqueo de un Holding que se repartió canallescamente entre
carroñeros invitados al banquete expropiador. El sistema arrasó con sus
derechos y, lejos de arredrarse, él puso en solfa ese sistema regido por
facinerosos tras siglas políticas y jueces prevaricadores que han ralentizado
un juicio histórico de una canallada salvaje que fue la expropiación de Rumasa
cuya responsabilidad delictiva de los que la propiciaron no ha sido juzgada.
Treinta
años en una demora vergonzosa de un juicio histórico es la evidencia de que en
España la Justicia
viste togas como si fueran las túnicas de un aquelarre adorador de la mentira
donde el justo no posee derecho a defensa. Porque otorgar la ocasión de la defensa a quien
fue víctima de un latrocinio estatal, supondría dejar en evidencia la falacia
de este sistema que devora a quien le viene en gana con el arbitrio de
intereses ocultos a la opinión pública.
Ir de frente contra los que buscan las
espaldas no es un valor arraigado en esta sociedad española diezmada por
complejos inconfesables que revestidos de sectarismo político disfrazan la poca
dignidad que se pretende aparentar. El hecho de que muchos ladrones políticos
sean respetados es una costumbre de ignorancia que el pueblo español ejerce sin
vergüenza, confrontando con los verdaderos prohombres que buscan el beneficio
común ante la intolerancia de lo
codicioso. Ahora la trampa se ha perpetrado de nuevo y el hombre digno que ya
nada tenía que demostrar sobre los principios veraces de la dignidad, vuelve a
estar en la picota. Nadie como él merece una defensa a ultranza de sus valores
cuando vuelve a estar amenazado con apariencias falsarias y simplistas
acusaciones sin considerar el origen del problema.
Es
hora de confrontar con la falacia del mismo modo que él lo hizo. La apariencia
engaña y es demostrable. Los amigos no abundan y los cantamañanas que asomaban
ávidos de beneficios en la cercanía del empresario, han desaparecido al ritmo del zapateado de la
traición tan cobarde ella y que da aún más fuerza para defender un honor
injustamente mancillado.
Todo
está desafinado respecto de la realidad
y a muchos les conviene que no se entone un canto a la verdad. Así que
es momento a propósito, para defender los derechos de un hombre cuyo interés
primero es cumplir con los inversores y los trabajadores sin olvidar el
vergonzoso expolio político con derecho a indemnización que el Estado no puede
ignorar.
La
dignidad de un hombre ante el voraz sensacionalismo y el trampeamiento sutil desde
la traición bancaria, es la misma que siempre caracterizó a José María Ruiz-Mateos.
Nada ha cambiado en quien ha sido admiración de cuantos ahora se esconden
después de haber disfrutado las mieles de su amistad y el denodado trabajo para
generar beneficios al país. No está solo ante el peligro que le procuran sus
enemigos y en la defensa de su nombre, no. Sin tibieza, hoy reivindico el hombre que
siempre fue y miró por el mundo obrero en defensa de los mismos derechos que él
ha visto vulnerados.
Ignacio
Fernández Candela
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