En España hemos de contar con aquellos hombres que han generado
riqueza y la han expandido en beneficio generalizado para el crecimiento
económico. Personajes que han demostrado capacidad de gestión con resueltas
fórmulas de éxito en otrora tiempos de arraigo financiero y mercantil que
fueron ejemplares para la Europa de un hoy exigente en tiempos de crisis. Una
crisis que no es coyuntura ajena a ciertos puntales de la sociedad que en otras
ocasiones han esquivado situaciones generalizadamente delicadas. Nadie se libra
de la quema. No hay que restar méritos a quien los acumula.
Cuando hablamos de crisis ahora, es extensible al método y nada es
previsible en el desarrollo de los conocimientos y las experiencias
anteriormente adquiridos. La situación es cambiante pero no así los
protagonistas de un resurgir económico que en su momento fue considerado el
milagro español, por la descollante capacidad de gestión que mostró un ímpetu
arrollador ejemplarizante para nuestros socios comunitarios.
Por mucho que se haya modificado nefastamente el momento económico, seguimos contando con prohombres, como Emilio Botín, cuya valía competitiva no ha mermado un ápice y que puede ser sustancialmente práctica para afrontar la problemática económica que nos aqueja.
Personajes de gran talla del panorama socio-económico español se han visto influidos por ese vórtice desintegrador que provoca víctimas propiciatorias mediante un colectivo encadenamiento de vicisitudes inevitablemente adversas. Yendo cada uno por libre es muy probable que los daños se acrecienten y terminemos por competir contra la propia esperanza de no sucumbir en el encarnizado combate de un “sálvese quien pueda” desmoralizante y del que nadie saldrá indemne. Así pues ¿Por qué no unir talento y fuerzas ante la adversidad?
Banca y Empresa deberían ser aliadas frente a la situación crítica, con un reparto responsable y equitativo de responsabilidades. Hoy por hoy existe una contraposición de intereses que ha devenido en una quita generalizada de las posibilidades dinámicas de la gestión empresarial, a manos de una banca que ha recortado radicalmente el crédito. Si la empresa declina es lógico que el riesgo aumente y los bancos valoren ese riesgo hasta el punto de negar el crédito. Si un particular no puede pagar una hipoteca se le embarga. Es una consecuencia lógica, pero el tiempo ha demostrado que nada funcional y prácticamente arriesgada. Todos pierden.
¿Qué ha conseguido la banca protegiendo sus intereses con el embargo del mercado inmobiliario? Una inmensa problemática de activos tóxicos inamovible y radicalmente inservible. Quizá todo tiene su momento y ese momento, el ahora, también implique una reestructuración de objetivos después de comprobar que las medidas de choque primeras, a consecuencia de la sorpresiva crisis, han dañado vitalmente el conjunto de la economía.
Estas medidas defensivas, intentando proteger el capital bancario, sólo condujeron a un hostigamiento severo de la coyuntura crítica y a una asfixia lenta de unos y de otros. Como consecuencia de esta falta de coordinación, el sistema bancario está colapsado poseyendo activos tóxicos que han paralizado el importante mercado inmobiliario, sin recursos para reactivarse con la empresa en quiebra y los bancos paralizados intentando recomponer sus viáticos seriamente amenazados.
Lo cierto es que la banca dispone de un muerto imposible de reanimar que son los activos tóxicos causantes de un colapso inmovilista cuya incertidumbre incluso hace temer una caída del sistema bancario. Así que ¿Por qué no reconsiderar la situación desde una perspectiva más constructiva y de consenso, intentado rehabilitar las funciones propias de la Banca y de la Empresa?
Existen factores que pueden considerarse y que han pasado
inadvertidos. Tanto nos fijamos en los problemas y el alarmismo que provocan
que se nos escapan soluciones que podrían surgir previo consenso de elementos
imprescindibles para una regeneración económica a gran escala. Una conjunción
de intereses buscando el beneficio común es muy posible en el momento que no
haya fijación por defender lo propio sin contar con lo ajeno. Sólo buscando
beneficios comunes se pueden satisfacer también los que a cada uno atañen.
Sin duda que los activos tóxicos en propiedad de los bancos, sólo están acrecentando la gravedad que supone no posibilitar que la empresa pueda reactivar un mercado esencial para nuestra economía. Ante situaciones de tamaña gravedad ¿No es factible un Pacto de Estado que coordine las funciones de la Banca y de la Empresa con el objetivo de impulsar medidas de reactivación con opciones de consenso y colaboración?
Desgraciadamente, cada vez se comprueba de manera fehaciente que salvar la situación mediante recortes para cumplir requisitos de solvencia macroeconómica, no garantiza la resolución de ese conflicto de intereses de la banca y de la empresa que ha generado daños ingentes en una economía acometida de incertidumbre, por mucho que se vayan cumpliendo esos propósitos de convergencia exigidos por la Unión Europea. La solución que se contempla pasa por un saneamiento de la banca mediante dinero público, sin una reactivación de la maquinaria empresarial que es la que crea verdaderamente empleo. Nos encontramos ante la tesitura de solventar el conjunto de una problemática que si no se acomete de manera diversificada, puede generar aún más fracasos con una situación social extremadamente delicada y soportada por una ciudadanía expectante no sin el hartazgo que conlleva la presión fiscal obligadamente ejercida.
Urgen soluciones porque la dilación nos aboca a un peligroso destino que pudiera conllevar un camino desnortado. Emilio Botín es uno de los paradigmáticos caballeros que ha posibilitado una cruzada de evolución y progreso en que España sostuvo sus bases constructivas desde la Transición. Con todo lo que de benefactor y meritorio conlleva, en su exclusiva capacidad de gestión que ha condicionado el destino de un país que tanto le debe, él mismo está inmerso en ese marasmo de incertidumbre propiciada por la acuciante y caótica situación ya tan generalizada.
No es extraño que las encarnizadas luchas generadas por conflictos
de intereses acaben en los tribunales de Justicia. Seguro que existen modos
menos drásticos de conseguir resultados y evitar un desgaste innecesario.
España ha de ser consciente de los resortes de beneficios latentes que abundan en personajes como Botín. En estos tiempos prima aunar intereses en torno al gigantismo de hombres con una valía sobrada para dirigir nuevas expectativas, a la altura de las circunstancias que nos obligan a la genialidad más allá de las conformistas medidas que no nos benefician en absoluto, como demuestra el poco resuelto panorama económico.
Necesitamos líderes capaces de afrontar estas batallas de tiempos inciertos, siendo Emilio Botín uno de los grandes paradigmas que tome consciencia de que aunando esfuerzos todo es posible en la misma línea de eficacia que ha protagonizado durante la extensa Historia de la España democrática que le reconoce su excepcional labor. Contamos también con empresarios que con oportunidad de trabajo pueden volver a obrar aquellos prodigios mercantilistas que caracterizaron una gran labor nacional e internacional.
Con prohombres de la gran talla que Botín representa deberíamos
creer en un gran Pacto de Estado conducente a planificar una estrategia
conjunta-más allá de los dudosos remedios del recorte- y generar pronta
riqueza. Convertir los activos tóxicos en potenciales beneficios en manos de
hombres de empresa capaces de recrear un mercado que hay que vitalizar
reconstruyendo una base eficaz de gestión. Seguro que existen muchas variantes
para alcanzar acuerdos satisfactorios para todos; una especie de “espíritu de
la Transición” en que basar una reconstrucción económica allende el fracaso de
ese método obsoleto por el que hasta ahora se ha guiado la crisis, sin contar
con los máximos exponentes que son los genios capaces de generar riqueza
adaptándose a los tiempos. Basta darles la oportunidad de negociar para
encontrar fórmulas novedosas en que asentar un trabajo de recuperación
económica a todos los niveles.
Con personajes como Botín y una actitud constructiva con el arbitrio del Gobierno, podría darse la oportunidad para pactar soluciones ante estas circunstancias adversas e inciertas. España cuenta con los mejores hombres y por ende las mejores soluciones.
No puede parecernos descabellado una admisión de propuestas por
parte de la Empresa y de la Banca para intentar solucionar esta crisis, cuando
un señor como Paul Krugman ofrece tan esperpénticas soluciones económicas que
nos hacen dudar de la seriedad de los Nobel para conceder sus premios.
Llegados al punto sin retorno sólo cabe un nuevo punto de partida. Pactar compromisos con un sello de Estado debería unificar los mejor de la Empresa y de la Banca para canjear soluciones. Dar una oportunidad a quienes son capaces de aportar esas soluciones. Sólo hay que facilitar una mesa de negociaciones, concienciar de la importancia que conlleva ganar todos y esperar más que previsibles resultados. España necesita una especie de segundo espíritu de la Transición; acumula una muy experimentada trayectoria y es sobradamente capaz de pactar una gran estrategia financiera y empresarial aportando nuevas ideas y renovadas directrices.
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