Comunicado oficial de JOSÉ MARÍA RUIZ-MATEOS
José María Ruiz-Mateos, Profesor mercantil, es la figura del Empresario generador de empleo por antonomasia. Expropiado un Holding como Rumasa hace treinta años, aún no ha sido juzgado en la globalidad para demostrarse la delictiva intervención el 23 de Febrero de 1983. Perseguido y abocado a la indefensión más canallesca por los saqueadores de Rumasa, es inquebrantable luchador por los derechos legítimos de su obra empresarial que se repartió delictivamente y con salvaje especulación por los protagonistas del expolio. Obteniendo numerosas sentencias favorables y en el punto de contemplarse una indemnización de 18.000 millones de euros, un nuevo golpe-más sutil- ha llegado a través de una traición bancaria que ha provocado la caída de Nueva Rumasa, generándose una inmensa problemática cuyos responsables han tirado la piedra y escondido la mano.
Con otro frente abierto de traiciones pretendiendo anatemizar su labor empresarial, José María Ruiz Mateos analiza la situación actual de España respecto a las exigencias de la Unión Europea a punto de producir un colapso social.
La salvación a contracorriente y fuera de la U.E.
De todas las disposiciones que mi larga vida
empresarial ha inspirado con denodados esfuerzos y no pocos sacrificios
procurados por causas ajenas a mi desempeño profesional, la más clara ha sido
la intuición, desgraciadamente acertada, que advertía sobre el peligro de
alinearse en principio con el S.M.E. para lastrarnos con imposiciones de un
mercado global europeo en el que entramos por la puerta de atrás; buscando la
gloria del mérito político ante la opinión pública. Desde sus orígenes, el mal
ya estaba hecho con el sacrificio del potencial empresarial español a merced de
las conveniencias de un conjunto europeo que tarde o temprano debía pasar
factura. Así ha sido con las consecuencias exponenciales del momento.
Hoy
se advierte con alarmismo el equívoco de supeditar nuestras posibilidades a las
exigencias de un mercado común que ni entonces ni ahora nos ha facilitado los
instrumentos legítimos, afines a nuestro potencial económico con derecho a la
equidad de oportunidades.
Lo cierto es que ahora nos encontramos inmersos
en una menguada dimensión de supervivencia, procurando cumplir con las
exigencias europeístas al precio de nuestra estabilidad más vital, acaso
desempeñando una función sumisa ante los países más fuertes de la U.E. que refuerzan su
equilibrio, en tanto nos asfixiamos con medidas perentorias y ciertamente
desesperadas con visos de agravarse a corto y medio plazo. La cuestión es
saber cuánto podemos aguantar en esta situación límite. La asfixia es
absolutamente abrumadora y se percibe en los datos macroeconómicos
que marcan la realidad de un país en permanencia de crisis y con
el sometimiento a las disciplinarias directrices de Europa.
El riesgo de seguir las pautas a la desesperada
de las severas instrucciones para el salvamento español dictadas por la U.E., es que la incertidumbre
cree peores perspectivas e intentando cumplir los requisitos para evitar un
hundimiento, terminemos por satisfacer intereses ajenos al precio de los
propios nuestros y para mucho tiempo.
De esta crisis solo puede salirse pensando en el
beneficio sin asumir el papel de chivo expiatorio que se pretende imponer y que
España puede permitirse el lujo de ignorar, driblando esa alternativa de lo sacrificado
para tomar las propias riendas en rebeldía práctica contra la imposición que,
si bien podría facilitar no seguir el camino de Grecia, sí puede suponernos la
continuidad de una obediencia que debilitará el verdadero potencial económico
que España es capaz de generar por sí misma.
De algún modo debía perjudicarnos lo que ya por
el año 1992 argumentaba en un artículo del ABC intitulado: Mercado Común ¿Para qué? Nuestras condiciones de mercado ofrecían
mayor potencialidad de manera independiente que la idea de un mercado único.
Muy probablemente, de seguir los pasos de adaptación para cumplir con las
expectativas impuestas, encontremos más problemas que solución a una crisis sin
precedente que es más grave con la dependencia a los intereses conjuntos de
Europa.
España es capaz de dirigir su propio destino con
el arbitrio de las decisiones que implican un beneficio abierto en todos los
sectores del mercado. Representa nuestro país un paradigma de potencialidad con
una producción competitiva y sin lastres de acuerdos, para contemplar esa
equidad inexistente que tanto ha dañado nuestra economía.
Otra vía es posible pero no aleccionada por la
tibieza, sino por el coraje que implica apostar fuerte por la propia confianza
aunque suponga perder la de quienes no velan por nuestros legítimos intereses.
Solo así se puede marcar el sino que huye de las dependencias considerando la
fortaleza que nos avala, sin barreras, como país.
Otro artículo que escribí en 1995 se titulaba: S.M.E. Salir antes de que nos echen.
Ahora que pesa una amenaza de expulsión si no nos asfixiamos lo suficiente,
quizá es el momento de pensar en oxigenarnos de esas contaminantes dependencias
y alentar la posibilidad de crearnos un espacio en el que respirar. España no
da para tanto con estos denodados esfuerzos en que los más perjudicados no solo
han perdido el tren europeo sino que también han perdido el tren de sus vidas.
España posee fuerza para orientar sus perspectivas
hacia fines de reorganización. Mejor solos que mal acompañados. Reino Unido e
Italia demostraron que todo es posible y España no puede ser menos con una
calidad negociadora que necesita de, manera imperativa, posicionarse más allá
de la sumisión actual.
Hará veinte años que avisaba sobre lo sucedido
este tiempo. Puede ser beneficioso y vital que vayamos considerando
el mismo horizonte europeo desde otros caminos menos tortuosos. Una salvación,
a contracorriente, decidida a tiempo.
José María Ruiz-Mateos
No hay comentarios:
Publicar un comentario