XV. La memoria sucia de España: La expropiación de Rumasa (1983)
Al contrario, sobre la expropiación de Rumasa
está todo aparentemente olvidado en esta España hipócrita que dice no olvidar, porque no puede estrujarse más aquel brutal
saqueo. Tantos fueron convidados, en mayor o menor medida, siendo exponentes de
todo tipo de bajezas morales extensibles a todos los sectores de la sociedad. Políticos,
jueces, periodistas, economistas, fiscales, abogados… una retahíla de
endemoniados implicados que por acción u omisión fueron protagonistas de una
violación brutal con la que han seguido sus vidas honorables, siendo muchos en
realidad criminales y delincuentes de
baja estofa.
Nos
asombraría saber quiénes y cuántos fueron los depredadores que facilitaron- con
las más diversas actitudes de hipócrita condición generalista en una España sustancialmente
pútrida que pretendía aparentar una dignidad inexistente-, una canallesca
intervención contra un Holding que generaba grandes beneficios empresariales de
manera honrada y técnicamente correcta, impulsando el empleo y la pujanza de
España mediante la diversificación en las finanzas y el ámbito mercantil.
Es
paradójico que en una España confrontada de siempre por la ideología de la
derecha y la izquierda, unos y otros convinieran en ejecutar delictivamente la
expropiación, para transigir en busca de intereses personales y especulativos
regidos por una avaricia colectiva e inexcusablemente ruin.
Quien
no mintió, calló; quien fue cabeza visible del expolio no disimuló lo que otros
para arrancar un pedazo; quien dio la cara sólo fue una marioneta de los que
dirigían desde las sombras el crimen contra Ruiz-Mateos. La criminal especulación,
vendiendo los despojos de Rumasa por cuatro perras que luego se
renegociaban con suculentos negocios multimillonarios, fue de una impunidad nauseabunda
con jueces presionados y comprados para silenciar cualquier defensa o denuncia
de irregularidades.
Rumasa
era un limpio enemigo para una España que cuando quiere ser sucia lo es a conciencia y sin ningún escrúpulo moral. Muchas mentiras
se han vertido sobre lo que fue realmente el Holding. Los libros de cuentas
fueron secuestrados con intervención armada. Los documentos pudieron ser
falsificados porque jamás Ruiz-Mateos pudo usarlos en su defensa. El golpe fue
perfecto con ese origen político de unos desalmados que se enriquecieron con un
revanchismo propio de criminales escudados tras la corrupción del poder.
José
María Ruiz-Mateos era contrario al monopolio, consciente de que el principal
enemigo de la dinámica de producción y de la flexibilidad aconsejable en todo
mercado de ámbito nacional e internacional es el yugo monopolista; sin embargo
sus aptitudes y talentos sí le motivaban para competir en buena lid con el
objetivo de ser el número uno en todos los sectores con los que trabajaba. En
Estados Unidos una loable intención de competitividad tan afín a los grandes
empresarios, hubiera sido digna de admiración y encomio considerando el bien
social que supone el incremento de la riqueza con especial énfasis en la creación
de empleo, pero en España la envidia siempre ha supuesto traición y en el caso
de Rumasa muchos enemigos parasitarios observaban con recelo una dinámica
empresarial inalcanzable.
Con
24 bancos en el haber de Rumasa, los banqueros sospecharon que peligraban sus intereses con un empresario
generador de banca. Para los políticos, los muertos de hambre del socialismo felipista
que encontraron la panacea del enriquecimiento sin miramientos, era un
potencial objetivo bajo cualquier pretexto inherente a la demagogia y el
populismo. Otros enemigos ocultos también acechaban las 700 empresas.
Un
23 de Febrero de 1983, la hermosa Rumasa sufrió una violación múltiple. Unos
ejecutaron la infamia y repetidamente; otros fueron testigos y disfrutaron la
iniquidad; otros cerraron la puerta y la custodiaron para que ella no pudiera
escapar. Al otro lado de esa puerta de salida, múltiples conchabados se
aseguraron de que no pudiera pedir ayuda. Cegaron las ventanas, apagaron las
luces, insonorizaron la habitación y corrieron la voz-con la autoridad moral
que Satanás otorga a sus hijos- de que la violada era una puta. De este modo más
de un vergonzante juez dejó impune el crimen argumentando que la violada era
culpable de su propia desgracia por llevar minifalda; llamar la atención por
belleza era todo un crimen que nadie desmintió, dejando que los criminales se
salieran con la suya en tanto la víctima se recompuso, sin dejar de denunciar
la atroz injusticia, para veinte años después volver a ser ultrajada.
El
sistema abrió las fauces y engulló a su víctima vulnerando todos esos derechos
y monsergas por los que nos dicen a los ciudadanos que somos iguales ante la Ley… para seguir
tragando el engaño.
España
es un país de violadores y visten traje y corbata como togas y hasta sotanas.
Un país de mentira construido sobre fingidas dignidades donde muchos ocultan el
crimen tras la apariencia de la honradez. Pocos son los que se libran de estas
inicuas complacencias de la mentira aceptada y quien es honrado se le hace
pasar por criminal, con todo el sistema falaz pugnando para falsificar las
pruebas. Rumasa, de este modo lo sentencia la malvada maquinaria de una aparente
España que asume las consecuencias de sus mentiras, se violó a sí misma. Así de
panchos nos quedamos mientras los verdugos dirigen nuestros destinos. Somos
idiotas.
España
posee su memoria histórica y sucia con lo sucedido con Rumasa. Conviene olvidar
la delictiva intervención porque muchos fueron los beneficiados directa e
indirectamente de un crimen que además conllevó la indefensión de la víctima,
porque así quedamos aún más desprotegidos todos los españoles y, lo que es
imperdonable, hasta agradecidos. Un marzo de 2004 lo descubrimos de golpe y
dejamos que nos arruinaran sin rechistar.
Nada es casualidad si la impunidad es continua.
Tan voraz era la codicia de un
sectarismo socialista que perpetró el crimen-sin ninguna sutil medida que no
fueran las abruptas metralletas y ese
populismo rastrero que busca en la ignorancia del pueblo la justificación
criminal- como la indiferencia por no recordar lo que a todos nos ha costado
muy caro. Lo cierto es que Felipe González trincó, repartió, solapó y se aseguró
futuro siendo un delicuescente fresco que España ensalzó a conveniencia, no
obstante buitres de toda condición y color político se llevaron lo suyo y jugaron
con la vida de miles de personas además de suponer un coste a los españoles de
dos billones de pesetas.
Si tuviéramos que pasar esa factura, no se
libraban de pagar muchos de esos que aparentan ser prohombres de España. Pero
mejor es no saber lo que se esconde tras esas dignas apariencias; todavía
llevan las hienas los restos de Rumasa entre sus afilados colmillos.
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