Algo huele a podrido en el Banco de Santander. Un núcleo putrefacto y generador de miserias ajenas, tarde o temprano destila la pestilencia a modo de justicia que pone todo en su lugar.
Quien es capaz de incumplir un
contrato crediticio abocando a un drama humano generalizado a miles de
personas, no sólo hiede a codicia insana sino también a trampeamiento
oculto; hasta que aflora a la superficie la realidad sumergida, la solapada, la
que desmiente esa aparente dignidad del banquero benefactor, escondido tras la
argucia para explotar a sus traicionados clientes.
En el caso de Botín padre no
pasaba inadvertida la expropiación de Rumasa en 1983; muchos fueron invitados al banquete
del saqueo político sectario de entonces. Los intereses ocultos de los que
propiciaron el delictivo asalto a un Holding emblemático, contaron a su vez con
los de quienes escondidamente se llevaron también su parte de bocado. ¿Ayer un
padre y actualmente un hijo están cortados por el mismo patrón de una curiosa
moral? Al margen de cuestiones genéticas, hoy el Banco de Santander no huele
bien con una denuncia multitudinaria de afectados de los “Valores Santander” que revela la incorrecta contabilización
de los préstamos concedidos para la compra de esos Valores.
¿Será acaso que al Santander no
le basta en tiempos de crisis con esquilmar a sus clientes, destrozando las
bases que generan una dinámica empresarial como Nueva Rumasa? ¿Es acaso la
punta del iceberg de una mala praxis bancaria que presumiblemente se ha
ejercido sin importar la lealtad clientelar, ni los perjuicios
causados con verdaderos malabares dignos de prestidigitadores con tendencia a
la desaparición de compromisos adquiridos?
El Banco de Santander huele mal
entre sus clientes que son chantajeados de continuo con devolución de recibos,
forzando el canje de servicios adquiridos fuera, por productos del mismo banco a
cambio de “facilitar la vida”. Pregunten, pregunten a los jubilados. No hay más que escuchar las opiniones de
ciudadanos que son presionados, coaccionados y agobiados con una constante política
de acoso y derribo que se traduce en un endeudamiento por intereses de devolución
constantemente practicados.
Quienes se enriquecen a costa de
la destrucción del empleo arremetiendo contra empresas como Nueva Rumasa, son
ya conocidos en sus malas famas cotidianas y no es sorpresivo que repentinamente
aflore la basura que se guarda en los sótanos junto a los millones ganados con
esas prácticas deleznables de causar ruinas ajenas. Lo que llevaría a
preguntarse ¿por qué un banquero se guarda su dinero propio en cuentas foráneas,
cuando miles de clientes confían su dinero a las cajas fuertes de su banco?
Cuanto menos, curioso, como la moral, vaya.
Denunciado Emilio Botín
ante el Banco de España, surge la sorpresa de que se ha informado que no se
abrirá expediente informativo y sancionador, lavándose las manos para pasar el
asunto a la CNMV, eludiendo así la Responsabilidad Supervisora de las Entidades de
Crédito.
Unos tanto, tanto sacrificio con absoluta indefensión
orquestada política, económica y hasta judicialmente y otros tan poco; quizá poca probidad como poca vergüenza.
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