Las circunstancias económicas, no dependiendo de nuestras propias eficacias de gestión, están abocadas a un derrumbe sistemático y radical que puede dar al traste con la identidad española para alegría de sus enemigos que no son los de fuera. Sistemático porque no parece tener fin este totum revolutum de insalvables exigencias que nos acercan paulatinamente a la precipitación de nuestra identidad como país, más allá de de ser miembros de una estructura europea que nos asfixia de continuo; radical porque esto no tiene nada que ver con el otrora cumplimiento del Tratado de Mastrich del que salió reforzada España gracias a las excelencias de negociación, posicionando a los españoles como exigentes socios que no solo cumplian los deberes sino que también invitaba a cumplirlos a los demás. Ello nos pudo crear enemistades afuera, pero lo peor estaba en ese paripé del trabajo conjunto de España en treinta años que solo se dejaba crecer para futuros saqueos.
Así
sucedió y el pistoletazo de salida fue un 11 de Marzo de 2004. Millones
de ciudadanos creen que la crisis fue provocada en España de manera
política y es sorprendente que ante la evidencia de quiénes son los
responsables, no estén imputados para evitar futuros y continuados
destrozos.
Existe
ese aire de revanchismo interno que ha dado alas a la desintegración
mimando los codiciosos intereses del nacionalismo. Lo han asolado todo
políticamente y han dejado los restos con los que pretendemos
subsistir, para más inri, con el arbitrio de unos comisarios inflexibles e
insensibles a la insoportable presión social que puede reventar España.
Bien mirado, existe un algo de revanchismo en esos socios europeos que explica la
obediencia y la sumisión de Rajoy porque las obligaciones son muchas y
en contrapartida los beneficios son del todo inciertos. Nos arriesgamos a
supeditar ese carácter impositivo de las múltiples exigencias a un
futuro sin expectativas, siendo muy peligroso que terminemos de cumplir
tantos requisitos para ver definitivamente recortadas nuestras
posibilidades como país autosuficiente y capaz de resurgir con propios
criterios y directrices.
De
ahí, el llamamiento de José María Ruiz-Mateos que fue el primero en dar
la voz de alarma sobre la supervivencia económica de España, lastrada
por las obligaciones y exigencias que suponen la subordinación al Euro.
Un llamamiento a tomar las riendas económicas de nuestro potencial
económico empieza a ser considerado por expertos que también contemplan
la conveniencia de no seguir este sendero hacia el abismo de la
indefensión. Llegará un momento en que este laberinto no tendrá marcha
atrás y la huida hacia adelante termine por abismarnos a destinos de disolución.
http://www.expansion.com/2012/05/30/economia/1338391564.html
Cuando
la experiencia demuestra que los resultados no satisfacen hay que
modificar la orientación y evitar abismarse en la problemática que aboca
a la incertidumbre, el prolegómeno de la certeza de las situaciones
críticas que terminan por ser insoslayables. El problema de España es
que se está adentrando en un laberinto tortuoso sin recordar los
orígenes de los que proviene y que no dejan de ser una base de trabajo
irrefutable como modelo del milagro español que fue y que sorprendió por su firmeza por liderar la cosntrucción europea.
Zapatero
fue el nefasto gobernante que destruyó económica e institucionalmente
una España servida en bandeja a los acreedores mayores que son los de
esta Europa insaciable y que no perdona ver los triunfos del pasado
mirándose con recelo todo lo relacionado con lo español. No obstante el
presidente vergonzante nos convirtió en el hazmerreír de los socios
europeos y nos puso de hinojos ante los poderosos que hasta no hace
mucho habían estado subordinados a las políticas económicas que dictaba
España. Siendo la envídia grave pecado de lo español, también la hemos
exportado a Europa para ser víctimas de nuestro propio defecto
convertidos en los últimos payasos del circo zapaterista. Implicando la
salvación del conjunto ,con el inexorable desgaste de lo español en un
chantaje continuado, nuestro futuro es tan oscuro como las intenciones
del anterior gobierno que se han dejado impunes.
España comete errores de bulto de los que puede arrepentirse:
1-
No persigue a los impulsores de este destrozo que ahora el Partido
Popular pretende enmendar con visos de un desgaste gubernamental,
previsto por los buitres apostados en la Oposición.
2-
No confía en su propia potencialidad subordinando su capacidad de
reconstrucción a unas exigencias que paradójicamente impiden mejores
perspectivas que serían factibles con autonomía de criterio.
3-
No se acomete una reestructuración económica y soporta su irreal
solidez en la endeble teórica de los gestores europeos que no encuentran
límites a los sacrificios ajenos.
4-
No se profundiza en la verdadera esencia del problema que ha facilitado
la ruina de un país por contentar las codicias de la estafa autonómica.
5-
No se considera el talento de prohombres que pueden generar una nueva
dinámica respondiendo a la necesidad de salirse del Euro y perder el
miedo a no seguir las imposiciones de una Europa que obliga sus
tesis despreciando los factores vitales de España.
6-Basar
en el recorte público y la austeridad el salvamento en vez de sacar
rendimiento a lo potencialmente constructivo que deviene
de una experiencia demostrada. Sólo es necesario creer en las
posibilidades de lo propio y buscar nuevos horizontes que posibiliten un
mejor posicionamiento de negociaciones.
Las
claves no están fuera; las claves de nuestra reconstrucción son
inherentes a nuestra propia consciencia de trabajo que debe prescindir
del tinte político para ser eficaz con los hombres que son capaces de
convertir en práctica lo teórico. Los parásitos sobran y habría que
identificarlos y responsabilizarles penalmente de sus indecencias, las
que todos conocemos.
Empresarios, banqueros en consonancia
con el trabajo del Gobierno, pueden ser precursores de nuevas
expectativas e idear estrategias que revisen en profundidad los errores
que infieren sobre nuestro presente para evitar un despegue que urge con un cambio absoluto en
la política económica, lejos de las interminables imposiciones que se nos
volverán en contra por intentar mantenernos a toda costa en la moneda única.