jueves, 17 de mayo de 2012

La memoria sucia de España: La expropiación de Rumasa (1983).

XV. La memoria sucia de España: La expropiación de Rumasa (1983)
En España la memoria histórica es un curioso ejercicio nemotécnico que olvida a conveniencia. Los intereses partidistas son capaces de reinventar la Historia buscando el mejor bocado-entonces como ahora- de ese recuerdo de lo indeleble que puede generar inmensos beneficios sectarios. La Guerra Civil todavía es susceptible de ser explotada mientras que otros acontecimientos más recientes son un pozo seco del que no se puede extraer nada. Se lo llevaron todo, cierto. No se pudo exprimir más lo que los carroñeros perpetraron y que siempre deberíamos recordar para explicarnos el porqué de tantas penalidades posteriores.

 Al contrario, sobre la expropiación de Rumasa está todo aparentemente olvidado en esta España hipócrita que dice no olvidar,  porque no puede estrujarse más aquel brutal saqueo. Tantos fueron convidados, en mayor o menor medida, siendo exponentes de todo tipo de bajezas morales extensibles a todos los sectores de la sociedad. Políticos, jueces, periodistas, economistas, fiscales, abogados… una retahíla de endemoniados implicados que por acción u omisión fueron protagonistas de una violación brutal con la que han seguido sus vidas honorables, siendo muchos en realidad  criminales y delincuentes de baja estofa.

Nos asombraría saber quiénes y cuántos fueron los depredadores que facilitaron- con las más diversas actitudes de hipócrita condición generalista en una España sustancialmente pútrida que pretendía aparentar una dignidad inexistente-, una canallesca intervención contra un Holding que generaba grandes beneficios empresariales de manera honrada y técnicamente correcta, impulsando el empleo y la pujanza de España mediante la diversificación en las finanzas y el ámbito mercantil.

Es paradójico que en una España confrontada de siempre por la ideología de la derecha y la izquierda, unos y otros convinieran en ejecutar delictivamente la expropiación, para transigir en busca de intereses personales y especulativos regidos por una avaricia colectiva e inexcusablemente ruin.

Quien no mintió, calló; quien fue cabeza visible del expolio no disimuló lo que otros para arrancar un pedazo; quien dio la cara sólo fue una marioneta de los que dirigían desde las sombras el crimen contra Ruiz-Mateos. La criminal especulación, vendiendo los despojos de Rumasa por cuatro perras que luego se renegociaban con suculentos negocios multimillonarios, fue de una impunidad nauseabunda con jueces presionados y comprados para silenciar cualquier defensa o denuncia de irregularidades.

Rumasa era un limpio enemigo para una España que cuando quiere ser sucia lo es a conciencia  y sin ningún escrúpulo moral. Muchas mentiras se han vertido sobre lo que fue realmente el Holding. Los libros de cuentas fueron secuestrados con intervención armada. Los documentos pudieron ser falsificados porque jamás Ruiz-Mateos pudo usarlos en su defensa. El golpe fue perfecto con ese origen político de unos desalmados que se enriquecieron con un revanchismo propio de criminales escudados tras la corrupción del poder.

José María Ruiz-Mateos era contrario al monopolio, consciente de que el principal enemigo de la dinámica de producción y de la flexibilidad aconsejable en todo mercado de ámbito nacional e internacional es el yugo monopolista; sin embargo sus aptitudes y talentos sí le motivaban para competir en buena lid con el objetivo de ser el número uno en todos los sectores con los que trabajaba. En Estados Unidos una loable intención de competitividad tan afín a los grandes empresarios, hubiera sido digna de admiración y encomio considerando el bien social que supone el incremento de la riqueza con especial énfasis en la creación de empleo, pero en España la envidia siempre ha supuesto traición y en el caso de Rumasa muchos enemigos parasitarios observaban con recelo una dinámica empresarial inalcanzable.

Con 24 bancos en el haber de Rumasa, los banqueros sospecharon  que peligraban sus intereses con un empresario generador de banca. Para los políticos, los muertos de hambre del socialismo felipista que encontraron la panacea del enriquecimiento sin miramientos, era un potencial objetivo bajo cualquier pretexto inherente a la demagogia y el populismo. Otros enemigos ocultos también acechaban las 700 empresas.

Un 23 de Febrero de 1983, la hermosa Rumasa sufrió una violación múltiple. Unos ejecutaron la infamia y repetidamente; otros fueron testigos y disfrutaron la iniquidad; otros cerraron la puerta y la custodiaron para que ella no pudiera escapar. Al otro lado de esa puerta de salida, múltiples conchabados se aseguraron de que no pudiera pedir ayuda. Cegaron las ventanas, apagaron las luces, insonorizaron la habitación y corrieron la voz-con la autoridad moral que Satanás otorga a sus hijos- de que la violada era una puta. De este modo más de un vergonzante juez dejó impune el crimen argumentando que la violada era culpable de su propia desgracia por llevar minifalda; llamar la atención por belleza era todo un crimen que nadie desmintió, dejando que los criminales se salieran con la suya en tanto la víctima se recompuso, sin dejar de denunciar la atroz injusticia, para veinte años después volver a ser ultrajada.

El sistema abrió las fauces y engulló a su víctima vulnerando todos esos derechos y monsergas por los que nos dicen a los ciudadanos que  somos iguales ante la Ley… para seguir tragando el engaño.  

España es un país de violadores y visten traje y corbata como togas y hasta sotanas. Un país de mentira construido sobre fingidas dignidades donde muchos ocultan el crimen tras la apariencia de la honradez. Pocos son los que se libran de estas inicuas complacencias de la mentira aceptada y quien es honrado se le hace pasar por criminal, con todo el sistema falaz pugnando para falsificar las pruebas. Rumasa, de este modo lo sentencia la malvada maquinaria de una aparente España que asume las consecuencias de sus mentiras, se violó a sí misma. Así de panchos nos quedamos mientras los verdugos dirigen nuestros destinos. Somos idiotas.

España posee su memoria histórica y sucia con lo sucedido con Rumasa. Conviene olvidar la delictiva intervención porque muchos fueron los beneficiados directa e indirectamente de un crimen que además conllevó la indefensión de la víctima, porque así quedamos aún más desprotegidos todos los españoles y, lo que es imperdonable, hasta agradecidos. Un marzo de 2004 lo descubrimos de golpe y dejamos que nos arruinaran sin rechistar.

 Nada es casualidad si la impunidad es continua.  Tan voraz era la codicia de un sectarismo socialista que perpetró el crimen-sin ninguna sutil medida que no fueran las abruptas  metralletas y ese populismo rastrero que busca en la ignorancia del pueblo la justificación criminal- como la indiferencia por no recordar lo que a todos nos ha costado muy caro. Lo cierto es que Felipe González trincó, repartió, solapó y se aseguró futuro siendo un delicuescente fresco que España ensalzó a conveniencia, no obstante buitres de toda condición y color político se llevaron lo suyo y jugaron con la vida de miles de personas además de suponer un coste a los españoles de dos billones de pesetas.

 Si tuviéramos que pasar esa factura, no se libraban de pagar muchos de esos que aparentan ser prohombres de España. Pero mejor es no saber lo que se esconde tras esas dignas apariencias; todavía llevan las hienas los restos de Rumasa entre sus afilados colmillos.

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