jueves, 24 de mayo de 2012

Justicia a precio de saldo


España no oculta las miserias que se esconden tras la influencia corrupta del dinero que ha sido saqueado a los ciudadanos. El latrocinio se premia con la conformidad de una Justicia cuya parcialidad deja en evidencia la honorabilidad de muchas togas que hoy en día son como sotanas de fariseos, prestos a crucificar a cualquiera que no pertenezca a la casta bancaria.

Los empresarios asisten a su ruina con el beneplácito de la política que bajo el mandato de Zapatero destruyó el tejido empresarial que creaba empleo y sostenía las bases económicas de un país construido durante muchos años. Descubrimos que todo lo erigido ha sido un paripé permitido, en tanto se enriquecían más los verdaderos artífices de la manipulación que nos hizo pensar equívocamente sobre la óptima dinámica, desarrollada al encuentro de una fórmula eficaz de beneficio colectivo. Ahora que todo queda derruido, asoma esa cúspide bancaria que parece intocable ante la crisis, además de regenerarse con riquezas acumuladas siendo los intocables por poderse pagar la impunidad.

Este país posee una Justicia bajo sospecha permanente no sólo por la influencia del poder ejecutivo sobre su esencial imparcialidad a todas luces inexistente, sino porque la prevaricación, el favoritismo a ultranza con algunos sectores indemnes pese a sus componendas al descubierto, es ese orden del día previsible donde ya no hay disimulo por aparentar un poco de esa dignidad cuya carestía comienza a irritar muy seriamente a la ciudadanía.

Afortunadamente, también contamos con Magistrados como puntales de ejemplaridad, pero son pocos.

Mientras millones de ciudadanos quedan arruinados por la especulación brutal que ha supuesto la derrota de muchos años de lucha por conseguir un futuro ahora atrofiado, otros demuestran que no existe punición para los flagrantes delitos si hay pecunio con que pagar la exención de las responsabilidades penales.

El escándalo es aún mayor cuanto más se intensifica el drama de una población inmersa en un tráfago de corrupción cuyas consecuencias no las pagan los responsables, sino los más inocentes de esta situación catastrófica, acogotados por múltiples sevicias judiciales orquestadas por el gran mostruo de la Banca que embarga la vida con la misma facilidad que se paga con dinero de los diezmados la multimillonaria prebenda de la vergüenza, el descrédito, la iniquidad de las codicias, ante Tribunales con la misma bajeza de vergüenza, descrédito, e iniquidad de las codicias que supone el reflejo de los poderosos pagando exoneraciones a base de inadmisibles sentencias.

Mejor haría el banquero,  quien espera salir intacto de esta quema general, en proveer de viáticos a un país al que le debe todo. No obstante los millones que contiene en sus arcas son aquellos que millones de ciudadanos han perdido mediante una especulación que puede convertirse en una espada de Damocles que termine cercenando los cuellos que ahora se creen intocables. Vivimos tiempos de un desaliento trágico y cualquier abuso reverbera con más evidencia y menos capacidad para soportarlo.

Es peligroso no creer en la Justicia pero mucho más alarmante tener motivos más que justificados para no hacerlo. José María Ruiz Mateos fue esa víctima que descubrió que cuando el sistema lo falsea todo, ni los jueces son dignos del crédito que no merecen. La expropiación de Rumasa fue un saqueo orquestado por ese sistema de las mentiras que hoy va mostrando las máscaras con las que tantos disfrazaron sus miserias. Hoy son millones de ciudadanos los que sospechamos sobre esa mascarada de lo judicial que existe a conveniencia de los más poderosos que pueden pagarse los logros de sus delitos. Rumasa era muy poderosa, pero la víctima perfecta para una unión de sus enemigos múltiples escudados tras la cobardía, la hipocresía y el cinismo que convirtió al justo en perseguido.

Llevan ensayando años, ¿cómo les iba a salir mal la función? Demasiadas son las evidencias de que este escenario está manipulado hace mucho tiempo, quizá porque los que lo pagan poseen el secreto derecho a elegir un destino más allá del Bien y del Mal. No solo son los directores de escena, también son los dueños del edificio donde escenificar las obras más importantes del país; ante semejante practicidad, lo de algunos jueces es puro teatro y hasta salen baratos a sus multimillonarios protegidos.

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