Rajoy
está muy mal aconsejado. Su problema tiene un nombre y ha creado una
corriente, sinónimo de una inexplicable pasividad rayana en una ingenuidad casi enfermiza : el arriolismo.
Si de
algo se puede culpar a Rajoy, desde que lideraba el banquillo de la
Oposición, es de una ingenuidad desesperante que no pasaba inadvertida a
sus votantes y potenciales seguidores hartos de la política destructiva
de Zapatero. La honradez de Mariano es manifiesta pero falta
compensarla con una necesaria picardía para bregar con las alimañas que
en este país se mantienen en acecho.
Bien
sabido es que ha estado
nefastamente aconsejado por la corriente arriolista que no ha
determinado ningún triunfo del actual Presidente de Gobierno que no sea
el del propio desgaste del socialismo con la absoluta pasividad del
partido Popular, en lo que resultó una inane estrategia cobarde y nada
versátil. Esa falta de versatilidad es la que se achaca a Rajoy
presidiendo un país del que heredó la peor herencia que podían dejarle.
Esa ingenuidad y esa pasividad son las que tememos los españoles cuando
le
vemos escuchar los cantos de sirena de Europa que lo arrastran para que
acuda al fondo de rescate europeo. Tanto marear la perdíz del consenso
nos va a llevar al matadero, el fin último de estas agonías nacionales
para no pocos especuladores europeos.
No por creer que Europa puede conseguir salvarnos de este momento crítico,como dice Rajoy, debemos ignorar las verdaderas intenciones de los socios comunitarios: hipotecar nuestro futuro como país, contentando las exigencias impuestas que pueden parecerse a un chantaje sin final. Para estos socios la estación término de la crisis española pasa por la supeditación de España a las instrucciones que favorecen a la Unión Europea. Punto. Los problemas de nuestro país y la gestión de sus soluciones son beneficios futuros para la Unión Europea si, logrando salir de la crisis, se paga a plazos en el mañana lo que se contrate bajo presión en la actualidad.
Somos
meras cobayas con las que ellos
experimentan. Si les sale bien el experimento español, podrán pagarse
gran parte del laboratorio y seguiremos encerrados en la jaula.
No sería casualidad que Alemania estuviera presionando a De Guindos para que España acuda a un fondo de rescate.
Es la consecuencia lógica del camino emprendido
pensando que aquí todos ganamos. El interés descomunal por condicionar
nuestro equilibrio económico en el mañana, pasa por pactar ahora lo que
será una manera de pago permanente que nos lastrará nuestro potencial
económico de por vida. Seremos los perdedores y encima deberemos estar
agradecidos, no sea que empeoren las condiciones pactadas.
No
existe ningún altruismo en la mejora de las condiciones de España, sino
un oportunismo para engancharnos a una Europa que nos perdonará la vida,
a cambio de prestarla en plazos de pago severo y muy cuantioso. Lo más
parecido a un pacto con el diablo ahora, sería escuchar esos cantos de
sirena y caer en los propósitos de quienes son competidores y además
pretenden lucrarse a base de nuestros sacrificios mercantiles,
financieros y , los principales, de los ciudadanos.
La posición negociadora es la misma que caracteriza a la pasividad del arriolismo en todas las decisiones de Rajoy. Poco espacio donde poder moverse e influidos por el devenir que no provocamos sino que asumimos con nula capacidad de iniciativa. Eso es lo que nos niega el aprovechamiento de nuestro propio potencial dejando que otros elijan nuestro destino. El precio de un rescate nos hipotecaría para siempre ante unos socios que miran por sus intereses del mismo modo que lo haría un prestamista a sabiendas de la crucial situación en que se encuentra el que vive de prestado. Todas nuestras penas les favorecen.
Hasta
el momento Rajoy se ha plegado a las exigencias de la Unión Europea ,
entre otras cuestiones por la falta de un programa práctico para
afrontar un situación crítica cuya gravedad no estriba en el agujero
económico, siendo el institucional de muchas más graves consecuencias
además de ser el origen del desastre pecuniario que padecemos. La
asolación de las arcas estatales se ejerció con una política de acoso y
derribo contra todo lo que no supusiera contentar las ingentes codicias
del nacionalismo, el verdadero destructor del equilibrio de Estado
español.
Las corruptelas, el amiguismo, la compra de favores, el papeles
para todos, el reparto de botines a precio de oro y la caradura de un socialismo desintegrador,
han sido la responsabilidad problemática que ha asimilado quien menos
culpa tiene. El problema es que Arriola sigue pegado al oído de un
absorto Rajoy que cree encontrar las soluciones con la brújula amañada
que le ha prestado la Comunidad Europea. Problema de todos.
Con
esa misma ingenuidad enfermiza que caracteriza a nuestro honrado
Presidente, tan nefasto es carecer de falta de perspectiva ante la
situación de ahora, como lo fue las muy mal intencionadas legislaturas del
zapaterismo que jamás defendió los intereses legítimos de los ciudadanos
y nos abocó a una dantesca ruina.
En
uno y en otro caso- aún siendo muy dispares las bases morales de esas
políticas-, los resultados contraproducentes pueden ser iguales.
Zapatero malgastó una herencia con ocho años de impune acción delictiva
en que se tradujo su nefasto gobierno. En tiempo de crisis que comanda
Rajoy, cargando el lastre del destrozo zapaterista, los daños pueden ser
brutales si no anda con tino para solventar esta papeleta en que nos
muestran una estafa como salvación, cuando es un chantaje para
endeudarnos el día de mañana. España no volvería a ser la misma pagando
los abusivos intereses del precio de un rescate que nos amputaría
nuestras posibilidades competitivas.
Debería
contemplarse alguna iniciativa como es la salida del Euro lejos de las
condiciones abusivas de los socios comunitarios. De hecho ya son
numerosos expertos que lo aconsejan. José María Ruiz-Mateos fue el
pionero y quizá en un mañana haya que agradecer su intuición sobre una
advertencia que ya realizaba hace veinte años.
Renunciando al chantaje de las inadmisibles imposiciones que serán aun mayores, al tiempo, probablemente se conseguiría un
posicionamiento en las negociaciones que hoy en día puede comprobar De
Guindos que no es el más adecuado para esquivar el agobio de los
imperativos que España no debe aceptar.
Ya
es momento de soltar pesados lastres. Arriola es una carga en el
potencial de Rajoy, pero debería darse cuenta él de que los malos
consejos cargan la verdadera gestión, la eficaz que necesita España hoy
en día. Cuanto más nos adentramos en el laberinto al que nos impulsan
las exigencias europeas, más estamos expuestos a perder nuestra
identidad financiera y comercial en un futuro. ¿De qué servirá salir de
la crisis al precio de perder nuestra autonomía económica? A eso nos
arriesgamos si no ponemos imaginación y coraje en el empeño; para eso
Arriola y compañía no sirven. A ver si se entera Mariano que el embudo se estrecha.
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