Emilio
Botín está por encima del Bien y del Mal. En realidad él es quien decide lo que
es bueno y es malo. Muy seguramente compra las togas con las que algunos de sus
esbirros se disfrazan de juez para dar el pego ése de la Justicia. Esa
Justicia de la que sospecha todo el mundo con estos tiempos de crisis en que
los poderosos arrollan a los inocentes explotados por una situación límite y
generalizada.
El
trabajo de juez, con el mal ejemplo de algunos sinvergüenzas, deja la Justicia con una
credibilidad bajo mínimos ante el ciudadano. Eso es algo muy peligroso. Si
dejáramos de creer en la
Justicia quedarían justificados los asaltos contra los
Tribunales. No habría orden público que pudiera contener las iras populares
tomando con violentas algaradas los juzgados para imponer la ley de la
desesperación y el hartazgo visceral. Más de un juez sería linchado,
encontrándose en la misma indefensión a la que abocan con sentencias
encadenadas a una mayoría de la población ante el peligroso destino del no
tener nada que perder. El odio crece porque la máscara ha caído. Vivimos en una
sociedad falsa donde nada es lo que parece.
José
María Ruiz-Mateos no cree en la Justicia y es su convicción de hombre
honrado que vio como un sistema criminal abrió sus fauces para
engullirlo y lo dejó en absoluta indefensión, con un conchabamiento
generalizado para disimular el crimen y continuar como si nada pasara.
Pero sí pasó. La víctima advirtió el gran engaño y no quiso callarse.
Sabe bien de los demonios escondidos tras las instituciones
aparentemente democráticas. La Justicia de Dios existe, la de los
hombres es una patraña. Bien lo sabe.
Hoy en día no solo Ruiz-Mateos posee esa certeza. Millones de ciudadanos miran con recelo a los que dictan sentencias. No
sucedería nada si se descubriera esa falsedad y todavía pudiéramos disimular
dejando que el sistema funcione aún conociendo sus carencias morales. El
problema es que la desintegración social es un hecho y sabe dónde apuntar con
el dedo a sus responsables.
Nos
encontramos ante una espiral de despropósitos que podría dar al traste con la
paz social. Los políticos y los sindicatos han destrozado la estructura económica
de un país afectando, en última instancia, a la Banca.
Antes los
bancos han exprimido a los ciudadanos, a los empresarios y los asalariados; han
arrasado con los viáticos de toda una vida de trabajo familiar; han embargado
viviendas, especulado con la existencia de millones de personas arrojadas a la
ruina y han comprado almas con productos de estafa como los Valores Santander o
las participaciones preferentes. Cuando los depredadores bancarios han sometido
a la pobreza generalizada al país estando los activos tóxicos-fruto de la
codicia inenarrable de gentuzas exprimidoras de toda la población- colapsando
el mercado inmobiliario; cuando no hay futuro con la expectativa de quiebra de todo
el sistema financiero, entonces se acude a un rescate de 100.000 millones de
Euros que hipoteca el futuro de todos los españoles que ven reforzados a los
principales culpables de sus dramas y son testigos airados de que se premian las criminalidades impunes.
Los fortalecen para que sigan estrujando las vidas de quienes ya se temen que
no pueden soportar más tanta malignidad, engaño, manipulación y la hipócrita
condición política, económica, judicial y social que millones de personas
advierten con absoluta indefensión.
Mientras
tanto por los juzgados desfilan miles de ciudadanos tratados como delincuentes,
cuando son las víctimas inocentes de este saqueo político al que ha estado
sometido España durante los destructivos años del zapaterismo.
A Emilio Botín le trae sin cuidado quien
gobierne. Agradece las crisis sociales porque así no disimula el modus operandi
de traicionar a proyectos empresariales que confiaron en sus contratos de
crédito.
Nueva
Rumasa fue víctima de estas artimañas acostumbradas por un parásito magnificado
en su poltrona de poder. La Familia Ruiz-Mateos fue presionada para vender
activos a muy bajo precio por debajo del mercado ya de por sí inmovilizado. Obligaron a Nueva Rumasa a resolver deuda
contraída antes de que se cumplieran los plazos estipulados por contrato. Cerró
el grifo crediticio sobre el que se asentaba durante veinte años la gestión del
Grupo empresarial.
La
traición se consumó, asegurándose Botín de que además Nueva Rumasa apareciera, con peregrinas argumentaciones en tiempos de crisis generalizada,
como culpable de sus propios incumplimientos.
Botín
conoce el ardid de lo engañoso que luego vende como tramitaciones legales
ante la opinión pública. Lo mismo podría pagar sentencias favorables que
manipular el ritmo de la información
para beneficiar la especulación.
Emilio
Botín, en realidad no sabe qué es el Mal y qué el Bien, no obstante ha obrado
lo segundo solo si conviene a lo primero. Convierte la maldad en apariencia benefactora y las bondades en acciones
criminales susceptibles de persecución judicial y condena generalizada de los
medios de comunicación que ejercen su influencia para demonizar a inocentes.
Parapetado tras la apariencia de una imagen de honorabilidad compra el Mal y
vende el Bien, pero lo vende a traición; vende almas y especula con la
existencia de los que confían en él.
Sus contratos de crédito se firman con
sangre… la futura que succiona por sorpresa incumpliendo acuerdos de crédito
que abocan a la ruina proyectos empresariales como ha denunciado el empresario
de Otaysa, Santiago Gómez Pintado, quien harto de la apariencia de benignidad de la gente del
Santander, ha denunciado la trampa de Santander Consumer que dio al traste con
una empresa boyante que de la noche a la mañana fue arrojada al infierno del
descrédito, el escándalo y la ruina. Bastó con incumplir los contratos de crédito
de igual modo que sucedió con Nueva Rumasa. El mismo modus operandi de un
depredador del esfuerzo ajeno que se enriquece a costa de la ruina de los
justos.
¿A
cuántos empresarios pequeños y medianos, además de los grandes, han destruido con esas
artimañas nauseabundamente traicioneras que machacan miles de vidas, de
empresarios y trabajadores, con un solo cerrojazo injustificado?
Emilio
Botín encontrará la horma de su zapato cuando muerto baje a los infiernos y
descubra ensoberbecido y petulante que su dinero sucio no compra nada en el
averno. El rico Epulón contará entonces las brasas de millones de Lázaros que
arruinó con ayuda de esa justicia de lo humano que hoy a nadie le parece digna,
estando latente en la calle el asalto al sistema antes de que el sistema acabe
con la calle. Tiempos peligrosos vivimos y gente como Botín nos los gana a pulso.
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