Se
podía haber conseguido mucho más que ese emperramiento en seguir las
directrices de una interesada Europa en el colapso de España. No es
cuestión de entenderlo como una mala intención gestada desde
conspiracionistas sombras. Es mucho más fácil; tan sencillo como una
cuestión de funcionalidad dada la posición acreedora de la Unión Europea
dispuesta a rescates que conllevan intereses leoninos, allá donde cada
uno mira para su propio beneficio.
Es en el mercado de
la previsión donde conviene atar los cabos sueltos que una desmadejada
economía conlleva con tantas incertidumbres, cuando toda referencia del
pasado queda obsoleta y muchos conocimientos aplicados son fruto de una
improvisación teórica que se debe aplicar para evitar daños mayores.
En
realidad toda Europa es una vastísimo campo de experimentación donde
los españoles, como los griegos, tenemos todo que perder ante la
fijación de los líderes europeos por salvar de la quema sus políticas
económicas con el sacrificio de los menos preparados a la hora de
aceptar compromisos de difícil aplicación. Así hemos comprobado que el
riesgo es asumido con la compensación de un benigno rescate, toda vez
que los rescatados pasan a formar parte de ese remanente de permanencia
que supone cobrarse al más alto interés el favor
prestado.
José
María Ruiz-Mateos es una víctima más de la debacle provocada por una
codicia del sistema financiero que ha desmantelado el tejido empresarial
de las PYMES, las generadoras de empleo, para arremeter en última
instancia contra la gran empresa.
En
tanto las aguas cubrieron el terreno, las disposiciones mercantiles,
sostenidas por financiación bancaria, cumplían con los requisitos de
dinamización inherentes a la dificultad de gestión propia de los Grupos
empresariales. Una vez vaciado al lago, solo quedan restos en lodazales
de crisis que inevitablemente generan procesos concursales derivados a
los juzgados por las muchas implicaciones que conlleva una quiebra. La
Familia Ruiz-Mateos habría intentado solventar los problemas de
semejante
sequía respondiendo responsablemente con el patrimonio propio, pero la
asfixia de los embargos solo ha agravado la situación de miles de
inversionistas y trabajadores al no poder responderse de buena fe ante
las acuciantes necesidades degenerativas, empeoradas con traiciones
internas que pugnan por dar a entender intenciones de mala fe del todo
infundadas.
Si
un país al borde de la quiebra, se revuelve rabiosamente contra los
prohombres que han demostrado con practicidad afrontar problemáticas de
calado mayor, está condenado a la destrucción de los potenciales
salvadores y a la autodestrucción. Después de la sorpresa que arrasa
todo, cabe la capacidad de reacción de aquellos que saben cómo actuar
antes situaciones límite, una vez reconocidas las causas de esos
perjuicios. Sin embargo, la solución nada inteligente pasa por la
denostación, el
ahogamiento preventivo en tanto una lastimosa y lentísima Justicia
gestiona con ligereza la vida y la supervivencia de miles de gentes,
condicionando el futuro a la ralentización en la búsqueda de soluciones
que , si es que llegaran, sería ya demasiado tarde.
José
María Ruiz-Mateos proponía un gran Pacto de Estado más allá de la
lucubración política presa de ineficacia y de nefastas influencias. Un
pacto entre la élite financiera de la banca, poseedora de inútiles
activos tóxicos que han colapsado la economía del país, y la práctica
empresarial emblemática capaz de volver a arrancar con nuevos
propósitos en el desarrollo mercantil, capaz de generar nuevos
posicionamientos de negociación regeneradores del potencial que España
aún posee aunque en esta fase temeraria de aletargamiento. Convenía en
decir el empresario que
supeditarnos a un chantaje continuado solo supondría hipotecar la
economía española sine die, por mucho que en el futuro creciéramos bajo
los auspicios y también vigilancia de los socios europeos.
Abogaba
Ruiz-Mateos por la toma de una decisión al margen de ese continuismo
provocado de la dependencia, con el permiso acreedor de rescatadores y
llamaba a una reversión de situaciones críticas tomando decisiones de
independencia factible.
Después
de los 100.000 millones a la banca, con los famosos cantos de sirena
que escuchó Rajoy sobre la benignidad de la ayuda, ya se baraja el
rescate global de España cifrado en cuatrocientos a seiscientos mil
millones de Euros. Una medida inabarcable para las expectativas de
progreso a las que los españoles
podrían aspirar, si se defendiera con honra y valentía la capacidad
regenerativa de un país con mayor potencial de producción que la media
del resto de los países europeos.
Se
elige la vía de la sospecha ante la situación crítica. Se demoniza a un
empresario paradigmático que ha luchado contra infinitas adversidades y
se cierra la puerta a una posibilidad de salvación que es mucho más
real ante la insignificancia de cualquier suceso que pueda en apariencia
beneficiarnos ,en tanto se dispara la prima de riesgo y se dan todas
las circunstancias para una intervención que será desastrosa de por vida
para España.
Aún
rozando el desastre, todavía estamos a tiempo de echar el freno y
aceptar el riesgo, salvarnos de la quema. De otro modo, al estilo
europeo,
con la aquiescencia de un Rajoy complacido sin resistencias, estamos
sentenciados.
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