martes, 19 de junio de 2012

Ni Grecia, ni Europa, ni prima de riesgo: España

Se podía haber conseguido mucho más que ese emperramiento en seguir las directrices de una interesada Europa en el colapso de España. No es cuestión de entenderlo como una mala intención gestada desde conspiracionistas sombras. Es mucho más fácil; tan sencillo como una cuestión de funcionalidad dada la posición acreedora de la Unión Europea dispuesta a rescates que conllevan intereses leoninos, allá donde cada uno mira para su propio beneficio.

Es en el mercado de la previsión donde conviene atar los cabos sueltos que una desmadejada economía conlleva con tantas incertidumbres, cuando toda referencia del pasado queda obsoleta y muchos conocimientos aplicados son fruto de una improvisación teórica que se debe aplicar para evitar daños mayores.

En realidad toda Europa es una vastísimo campo de experimentación donde los españoles, como los griegos, tenemos todo que perder ante la fijación de los líderes europeos por salvar de la quema sus políticas económicas con el sacrificio de los menos preparados a la hora de aceptar compromisos de difícil aplicación. Así hemos comprobado que el riesgo es asumido con la compensación de un benigno rescate, toda vez que los rescatados pasan a formar parte de ese remanente de permanencia que supone cobrarse al más alto interés el favor prestado.

José María Ruiz-Mateos es una víctima más de la debacle provocada por una codicia del sistema financiero que ha desmantelado el tejido empresarial de las PYMES, las generadoras de empleo, para arremeter en última instancia contra la gran empresa.

En tanto las aguas cubrieron el terreno, las disposiciones mercantiles, sostenidas por financiación bancaria,  cumplían con los requisitos de dinamización inherentes a la dificultad de gestión propia de los Grupos empresariales. Una vez vaciado al lago, solo quedan restos en lodazales de crisis que inevitablemente generan procesos concursales derivados a los juzgados por las muchas implicaciones que conlleva una quiebra. La Familia Ruiz-Mateos habría intentado solventar los problemas de semejante sequía respondiendo responsablemente con el patrimonio propio, pero la asfixia de los embargos solo ha agravado la situación de miles de inversionistas y trabajadores al no poder responderse de buena fe ante las acuciantes necesidades degenerativas, empeoradas con traiciones internas que pugnan por dar a entender intenciones de mala fe del todo infundadas.

Si un país al borde de la quiebra, se revuelve rabiosamente contra los prohombres que han demostrado con practicidad afrontar problemáticas de calado mayor, está condenado a la destrucción de los potenciales salvadores y a la autodestrucción. Después de la sorpresa que arrasa todo, cabe la capacidad de reacción de aquellos que saben cómo actuar antes situaciones límite, una vez reconocidas las causas de esos perjuicios. Sin embargo, la solución nada inteligente pasa por la denostación, el ahogamiento preventivo en tanto una lastimosa y lentísima Justicia gestiona con ligereza la vida y la supervivencia de miles de gentes, condicionando el futuro a la ralentización en la búsqueda de soluciones que , si es que llegaran, sería ya demasiado tarde.

José María Ruiz-Mateos proponía un gran Pacto de Estado más allá de la lucubración política presa de ineficacia y de nefastas influencias. Un pacto entre la élite financiera de la banca, poseedora de inútiles activos tóxicos que han colapsado la economía del país, y la práctica empresarial emblemática capaz de volver a arrancar con nuevos  propósitos en el desarrollo mercantil, capaz de generar nuevos posicionamientos de negociación regeneradores del potencial que España aún posee aunque en esta fase temeraria de aletargamiento. Convenía en decir el empresario que supeditarnos a un chantaje continuado solo supondría hipotecar la economía española sine die, por mucho que en el futuro creciéramos bajo los auspicios y también vigilancia de los socios europeos.

Abogaba Ruiz-Mateos por la toma de una decisión al margen de ese continuismo provocado de la dependencia, con el permiso acreedor de rescatadores y llamaba a una reversión de situaciones críticas tomando decisiones de independencia factible.

Después de los 100.000 millones a la banca, con los famosos cantos de sirena que escuchó Rajoy sobre la benignidad de la ayuda,  ya se baraja el rescate global de España cifrado en cuatrocientos a seiscientos mil millones de Euros. Una medida inabarcable para las expectativas de progreso a las que los españoles podrían aspirar, si se defendiera con honra y valentía la capacidad regenerativa de un país con mayor potencial de producción que la media del resto de los países europeos.

Se elige la vía de la sospecha ante la situación crítica. Se demoniza a un empresario paradigmático que ha luchado contra infinitas adversidades y se cierra la puerta a una posibilidad de salvación que es mucho más real ante la insignificancia de cualquier suceso que pueda en apariencia beneficiarnos ,en tanto se dispara la prima de riesgo y se dan todas las circunstancias para una intervención que será desastrosa de por vida para España.

Aún rozando el desastre, todavía estamos a tiempo de echar el freno y aceptar el riesgo, salvarnos de la quema. De otro modo, al estilo europeo, con la aquiescencia de un Rajoy complacido sin resistencias, estamos sentenciados.

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