El cisma, en
realidad, ya se ha producido con luchas intestinas que ahora han de
aflorar estando en juego el trono del poder que otros no ven como
servidumbre a Dios.
La Sede vacante en el Vaticano ha hostigado las ambiciones de los frentes abiertos para conseguir el papado. Se va a evidenciar la lucha intestina que se ha llevado de manera disimulada, hasta tornarse en presión insoportable para un Papa Ratzinger que ha renunciado sin omitir, en última instancia, una protesta avisando de los trapos sucios de las rencillas y del revanchismo; de la codicia y las malas artes de la soberbia. La advertencia sobre la profunda corrupción en la Iglesia ha sido generada por el intento de preservar la doctrina espiritual, inmersa en un marasmo de ambiciones que el mundo ahora va a vislumbrar en su descarnado calado, ausentes las simulaciones para manifestarse una guerra abierta que se ha librado tras los muros vaticanos.
El exorcista del Vaticano ha declarado que el Diablo está allí. Es significativa la indiscreción que no ha caracterizado a Roma hasta ahora, pero no se escatiman declaraciones para anunciar una nueva etapa ingobernable de la cúpula eclesiástica.
La expectativa espiritual subyace ahora como excusa de poder. Manda la trascendencia de las vanidades mundanas que en nombre de Dios se disponen a tomar el testigo de la cabeza visible de la Iglesia. El nuevo Papa será, inevitablemente, víctima de las corrientes de rivalidad que no aceptarán la decisión. Aquí no hay neutralidad que valga, una vez denunciadas las aberraciones de lo mundano por parte de quien marcha consciente de los escorpiones y serpientes que aguardan su oportunidad.
No son pocas las profecías-incluida la preconizada por Juan Pablo II antes de convertirse en Santo Padre-, que auguran un más que previsible cisma con el posicionamiento de una Anti Iglesia frente a la Iglesia tradicional bendecida por el derecho canónico. Los históricos augurios anuncian el fin del poder Vaticano tal y como se ha desarrollado hasta ahora.
En esa premisa que reza una realidad que supera a toda ficción, lucubremos sobre este crucial momento en que parece que se retira un odre viejo, quizá para que entre un vino nuevo de conocimiento espiritual. La Iglesia Católica es un barco a la deriva con el timón sin sujetar; acaso hace ya muchos siglos que se perdió el norte.
No obstante Jesús se enfrentaba a los sacerdotes de la época, fariseos y el sanedrín, con el coraje de quien sabía sobre la hipócrita condición de los que decían hablar en nombre del Señor.
“Hipócritas, raza de víboras, que
gustáis de los saludos en las plazas y de los primeros sitios en los banquetes;
no llaméis a nadie padre sobre la Tierra porque Uno solo es vuestro Padre que
está en el Cielo; no llaméis santo a nadie sobre el mundo porque Uno solo es
Santo”.
Si debiéramos hacer caso a unas palabras tan concretamente esgrimidas contra la hipocresía de entonces, esas mismas frases serían adecuadas para describir el descubrimiento de las miserias terrenales de los que dicen hablar en nombre de Dios.
El mismo Jesús decía: “Gracias Padre que revelaste tus misterios a los pequeñuelos que no a los sabios ni a los discretos”. Siendo los pequeñuelos los sencillos de corazón, queda en evidencia que la soberbia de los llamados sabios no es la virtud teologal que solo podría dar fruto bueno de un árbol recto. Las retorcidas simientes de la vanidad mundanal van, previsiblemente, a multiplicarse en el gran latifundio de la posibilidad del poder que, a cuenta de un papado ambicioso, esta vez no disimulará la intención que late tras las bendiciones públicas.
Muy seguramente habrá un Papa elegido en cónclave pero ante la disposición de las rebeldías afectas a núcleos de poder que han marcado la pauta de la crisis actual con la renuncia de Benedicto XVI, no tardará en rebelarse la Curia tomando posiciones que nada han de ver con la misericordia de lo divino.
El cisma es previsible y las profecías hablan de un Papa Negro llamado Pedro; existe un Cardenal llamado Peter Turkson y es de Ghana... Veremos cómo se suceden los próximos acontecimientos porque, verdaderamente estos son tiempos de incertidumbre, extraño y precipitado tiempo en que todo puede ser posible aunque creamos que nada más puede sorprendernos… Podríamos estar muy, confiadamente, equivocados.
Por cierto, D. José María fue traicionado por algunos que ponían el nombre de Dios sobre la mesa, allá donde firmaron las traiciones mundanales contra el Holding Rumasa, franqueando el paso a la jauría felipista. Pues eso; la de atrocidades que se han provocado en nombre de lo divino... más bien diablos.
Qué poco tiene que ver Dios con los caprichos de los hombres.
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