Es
muy de agradecer la profesionalidad de los periodistas de Espejo
Público y la atención dispensada a D. José María Ruiz-Mateos. Quien conoce a
este hombre sin igual, íntegro, noble, capaz hasta la genialidad,
luchador hasta lo inenarrable, sabe que merece la oportunidad de
expresarse que durante décadas la Justicia le ha negado. Las
circunstancias son duras, muy duras, inmerso en la tristeza que le provoca la tragedia de los pagarés, pero se conforta en la fe que siempre le ha
guiado y que hace de él un hombre alejado de la apariencia que le
juzga; su verdad es inmensamente sencilla y heróicamente encomiable. No para de trabajar por solucionar las preocupaciones de tantos que son las suyas.
El
sufrimiento de José María es el de un héroe cuyas fuerzas se renuevan
por la convicción de su integridad personal. Puede mirar con la cabeza
bien alta esta España donde nació para batallar con gentuzas que han
llevado, finalmente, a todo un país a la ruina.
José María Ruiz-Mateos debe el sufrimiento a no pocos criminales de
reconocimiento social. Un inmenso dolor somatizado desde la integridad
de su espíritu hostigado contra la fragilidad de su cuerpo, debido a la
cruel invisibilidad de sus acerbos enemigos que le procuraron todo tipo
de suplicios con la mayor tortura de la indefensión; pergeñaron inmundas
influencias contra el
empresario preso de la impotencia visceral y conocedor del amaño
criminal de la Justicia. Los huele y lo denuncia: apestan.
Obligado
testigo del equilibrio inexistente entre las obligaciones y los
derechos legales, de la gran mentira orquestada como engaño permanente
en una sociedad que vilmente le trampeó la existencia, pasó de ser
empresario a convertirse en adalid incansable de los derechos
confrontando con una vileza oculta de la que él advirtió pero que engañó
a todos los ciudadanos. La España de hoy es la España de entonces al
descubierto. Se permitió la villanía brutal de un expolio silenciado y
hoy lo pagan todos sus habitantes. La basura de entonces que provocó un
drama humano convirtiendo en criminal a una víctima, hoy se ceba contra
el futuro y la esperanza de toda una población que entonces se creyó las
mentiras de la expropiación de Rumasa. Canallas indignos se
agazapan tras los estamentos y jueces corruptos cumplen las órdenes al
servicio de sus amos.
A
diferencia de sus enemigos cobardes, encumbrados en pedestales de
conveniencia caracterizados por el latrocinio y el crimen oculto, José
María Ruiz-Mateos se enalteció por el puro ingenio de sus dotes
empresariales únicas. Su pecado fue ejercer su trabajo sin parangón en
el país, por antonomasia, de la envidia.
Lo
condenaron al ostracismo saqueando un patrimonio de trabajo supremo,
legítimo como grandioso, que unas alimañas se llevaron a punta de
metralleta con una sorpresiva acción delicuescente que además el tiempo
ha demostrado canallescamente hipócrita, reflejándose la pútrida
realidad de una España malignamente dirigida. Este hombre de luchas
titánicas con inteligencia superior, no cejó en el empeño de reivindicar
el juicio
justo que le hubiera permitido defenderse con la brillantez que sus
saqueadores temían. Por ello se demoró treinta años el juicio de la
vergüenza española que implicaba a personajes de la política, de la
banca, de la empresa, de lo judicial. Actualmente ningún juez se ha dignado a esclarecer el latrocinio de la expropiación. Cobardes y canallas."No tienen huevecillos, están castradillos"... así se expresaba con indignación Ruiz-Mateos sabedor de la gran cobardía de esos maestros del engaño tras los estrados judiciales.
De
celebrarse el juicio histórico por la masiva canallada de la
expropiación de Rumasa, se hubiera advertido la inmensa tufarada de
mierda personal que albergan hombres en apariencia honrados, que son
solo delincuentes, estafadores, criminales de apariencia honesta que se
enriquecieron con la salvaje especulación del destrozo de miles de vidas
trabajadoras, dignas y eficaces en la generación de riqueza.
Su
triunfo es mayor que la miseria de los miles de adversarios cobardes.
Después de litigar a contracorriente, con el tácito y silenciado acuerdo
judicial de ignorar los múltiples logros del
empresario por recuperar lo suyo, se vislumbraba el pago de tres
Billones de pesetas por la tasación de las empresas valoradas en
justiprecio. Hoy se le piden cuentas judiciales porque su Grupo
Empresarial se malogró debido a diversas traiciones, quedando pendientes
operaciones empresariales que no se pudieron finalizar. La víctima
vuelve a ser tratada con desdén y se pretende denostar su nombre para
escanio público.
El
empresario advierte esa hipocresía de jueces que tratan severamente la
problemática circunstancia del ahora, ignorando el brutal saqueo de
RUMASA al que la Justicia hace la vista gorda a conveniencia, mostrando
esa cara falaz que desmonta la respetabilidad de los tribunales y los
convierte en monsergas para crédulos, para atemorizados y honrados
ciudanos que ven cómo las togas se han convertido en los esbirros de un
sistema falseado donde nada es justo e imparcial. La Justicia
se ha mostrado en vergonzante evidencia y el empresario, con valentía
permanente, la etiqueta de teatro burlesco. Acaso conoce muy bien la
predisposición de lo sinvergüenza en un país donde nada es lo que parece
ser.
Cuando el
empresario dice que no le quieren ni en las cárceles, es porque su
ubicación ha sido la que le han intentado crear con el ninguneo de
quienes podrían haber protegido sus derechos del mismo modo que le
exigieron los deberes. Después de lo de RUMASA nada fue igual para este
país de sinvergüenzas donde no pocos llevan consigo su porción de
indignidad, aunque sean beneficiarios del lucrativo saqueo con el que se enriquecieron hasta muertos de hambre, infames, repulsivos, serviles muertos de hambre, hoy epulones donde pulula tanto Lázaro.
José
María Ruiz-Mateos no puede creer en la Justicia porque ha visto
las togas blanqueadas de inmundicias de parcialidad así como la
prevaricación de todo un sistema judicial al servicio del oscurantismo,
la mentira, de la hipócrita condición de magistrados que se escudaron
tras la apariencia de la honorabilidad, para delinquir descaradamente y
pagados por demorar la Justicia que el empresario merecía como derecho a
defensa.
José
María es unn luchador del alma en un mundo donde su nobleza no es moneda
de cambio que él haya recibido, pleno en la destreza del negocio, de la
creación de empleo, de la riqueza colectiva y siempre entregado a un
denodado trabajo donde su ímpetu ha sido el norte de una grandeza que ha
degenerado en la incomprensión y la persecución. Los genios no son
aceptados cuando confluye con el prodigio del hombre, la infamia de los
enemigos que usan todo tipo de trampas para frenar labor ajena, provocar
la indefensión del perseguido y
conspirar para que un nombre digno sea anatemizado en el lodazal de la
burla pública.
José
María Ruiz-Mateos es un personaje de dignidad superlativa en una España
que ha terminado demostrando el simplismo, la intrascendencia, la
delictiva trayectoria de los poderosos hombres que la moldearon, para
convertirla en una amorfa abyección de corruptas inspiraciones que antes
mostraron una canalla y criminal porfía por destruir a quienes no
comulgaban con la miseria de la explotación a espaldas de una ciudadanía
engañada política, económicamente, social y judicialmente.
Es
vergonzante que los jueces llamen a declarar con prontitud por asuntos
ajenos a su voluntad de integridad empresarial, cuando han dilatado
treinta años el juicio de RUMASA, usando todo tipo de triquiñuelas
legales para evitar que el empresario declare la verdad que haría
tambalear los cimientos de este país de la añagaza y la
respetabilidad de personajes que solo merecerían el mismo linchamiento
que depararon a un hombre de espíritu superior que tuvo que bregar con
auténticos hijos de Satanás.
Esa
doblez de la Justicia es tan evidente para el empresario que en su
fuero interno solo puede respetar los criterios de su buen consejo
que ya conoce demasiado bien el teatro montado de una Justicia
esperpéntica y mezquina, como es la que no ha hecho nada para procurar un
juicio justo al hombre peor tratado, con absoluta indefensión, en la
Historia de España.
El
tiempo pondrá todo en ese lugar de correspondencia que es la cosecha de
las siembras. Quien haya escuchado hoy a José María Ruiz-Mateos habrá
podido advertir matices de esa integridad , sinceridad y ejemplaridad
como padre que nadie jamás le podrá
negar. De ahí la sublime nobleza de un hombre que solo puede defenderse
con la verdad que le dicta un magnánimo corazón.