De
José María Ruiz-Mateos se sabe lo que a conveniencia se cree saber. Su
realidad personal no es reflejo de la fabricada por un mundo al que él
no parece pertenecer por sus muchas características tan alejadas de la
hipócrita condición mundanal del egoismo, de las encubiertamente falsas
honorabilidades de sus codiciosos enemigos, de las víboras y parásitos
que se le arrimaron y siguen arrimándose con la ponzoña de la mentira
dispuestas a seguir sacando tajada.
No
es Ruiz-Mateos hombre de lo mundano estando dotado de la virtud de una
resistencia muy a propósito para las
traiciones que siempre le han procurado la envidia contra sus talentos,
creándose enemigos entre los mediocres en un país donde la mediocridad
es reflejo de criminalidad carente de moral ni decencia. En España se
roba, se expropia delicuescentemente , se juzga hipócritamente mientras se deja en
indefensión a la víctima de un sistema basado en el engaño y del que el
Empresario conoce sus repugnantes entresijos. En este país que celebra
sus triunfos colectivos se proyectan abyectas derrotas particulares, se
juega con la vida de sus ciudadanos, se disfrazan delincuentes con togas
y se pacta con el diablo en nombre de Dios.
En
este rincón del mundo cuyo deporte nacional es la envidia, además del
fútbol, Satanás dice obrar designios de Dios, los políticos saquean la
vida de los sacrificados ciudadanos y tapan generalizadamente las
corruptelas que los enviarían, de existir Justicia verdadera, a la
cárcel; se
disimula lo canalla o se presume de serlo si la involución moral de
este país lo aconseja. Encumbrados los forajidos todo es posible para
burlarse sin disimulos. Aquí los canallas viven muy bien de la Política,
la Economía, la Justicia, de la Religión, de lo institucionalmente
respetado y de lo burdamente institucionalizado. España es el país de
las grandes mentiras que siempre encuentra justificación para el
atropello, porque el sistema no está al servicio de la población estando, al contrario,
en un campo de experimentación parasitaria donde todo es posible y nada
es lo que parece.
Conocer
a José María Ruiz-Mateos es tan sencillo como imaginar, por sus
circunstancias, cuánto conoce de esta gran mentira llamada España que
jamás vivió en una democracia moralmente constituida, siendo amoralmente
aceptada por las conveniencias de tantos personajes influyentes que
escenificaron una gran farsa
que treinta años después ya sabemos significativamente desenmascarada.
Por eso, no debe de extrañar que todo ese sistema se confabule para
denunciar presuntas irregularidades ocultando las causas verdaderas que
subyacen tras las maquinaciones contra el Empresario. La presión es un
modo acostumbrado de chantaje, pues antes de que ante la opinión pública
llegue la ofensiva ya fue advertido... como entonces sucedió también
treinta años antes en los prolegómenos de la delictiva expropiación de
Rumasa.
De
sinvergüenzas es denunciar la situación de Nueva Rumasa, culpando
taxativamente la gestión del Grupo empresarial, en tanto se silencia la
canallesca actuación de la expropiación de Rumasa que conlleva
decisiones judiciales tan incómodas como son el pago en justiprecio de
18.000 millones de Euros de un Estado moroso que pone la mano en tanto
disimula sus vergüenzas denunciando las
presuntas ajenas. Ya los ciudadanos son menos ignorantes de lo
repugnante y sospechan que hay gato encerrado con aquellos que imponen
eludiendo responsabilidades con la ciudadanía. Siguen exprimiendo hasta
que un día quizá reviente la paz social y corran a esconderse de las iras del
pueblo al que han esquilmado permanentemente.
José
María Ruiz-Mateos es consciente de que la estafa es continuada y por
ello sufre el acoso y derribo constante sin que se atiendan las razones
de Justicia que le pertenecen. Aquel hombre que además donó miles de
millones de pesetas durante su bagaje empresarial, ya declaraba que le
producía dolor moral pagar impuestos a un Estado que le despojó
delictivamente de todo su Patrimonio; lo dejó en absoluta indefensión y
obró como una máquina de corrupción legalizada a instancias de la
corrupción generalizada. Su dimensión empresarial estaba a años luz de
la de sus
competidores, como su espacio de Justicia sobrepasa con mucho la
decencia de sus juzgadores. José María sabe bien que los ladrones
protegidos por el sistema son en España hombres de bien ante los medios
de comunicación. Si José María hablara, muy seguramente los ciudadanos
tomaran como derecho legal asaltar el poder de la mentira con que son
engañados, por eso es normal que se le pretenda ajusticiar por segunda
vez para restarle autoridad moral, que la tiene, para llamar a todo por
su nombre.
La
Justicia es lenta por esas inconfesables conveniencias de la
mediocridad, pero es lo que hay y en el respeto obligado se basa la
aceptación de sus carencias. No es ciega, ni tampoco imparcial, está al
servicio-en ocasiones- de arbitrios comprados, prevaricadores mientras
no sean denunciados. En muchas oportunidades ejerce de garito para obrar
designios gansteriles y cada vez más está al
servicio de los saqueadores machacando ciudadanos que están al límite
de los sacrificios exigidos desde los estrados vendidos al mejor postor
de la corrupción.
Si
antes se sospechaba, hoy en día es descarnada la influencia de lo
pútrido en las togas de algunos jueces que ya hace treinta años
manchaban sus falsas moralidades impregnados de nauseabundas
influencias. El TC comenzó su deshonrosa andadura con la ratificación de
la expropiación de Rumasa y, asentado sobre esas descaradas bases de
corrupción de la influencia política, así ha perdido la credibilidad de
la honra y lo decente por las inverosímiles decisiones de algunos de sus
magistrados.
Es
normal que un Estado moroso, en cuantías muy superiores a las que exigen
al empresario, sea el audaz caradura que da la vuelta a la tortilla,
una vez más, con esa autoridad moral que
es una imposición sin crédito ni credibilidad. El plumero del
latrocinio colea con la expropiación de Rumasa, manipuladas todas las
realidades para silenciar al empresario que demanda lo que es suyo. Un
pago cuyo dolor moral no se incluye porque eso sería impagable. El
Estado es como un Satanás conjunto que usa todos sus abusivos empeños en
ocultar su vergonzante sustancia ¿Qué esperar del demonio sino que se
cobre la cuenta que él mismo adeuda haciendo pasar por moroso a un justo
acreedor?
Comprender
a un genio como José María, pasa por un afán de Justicia que
desenmascara a sus poderosos enemigos confabulados en un sistema cuya
dignidad estriba en que no se descubran tantas vergüenzas y canalladas
que, de saberse, harían tambalear las bases sobre las que se construyó
una sociedad donde nada ni nadie influyente son lo que parece ser.
Comprender
a un genio pasa por conocer la sociedad corrupta que lo saqueó
impunemente. ¿Qué esperar de un ladrón sinvergüenza sino que llame a la Policía para que detenga al propietario de la vivienda que quiere
robar? El mundo al revés; tal cual es así de descarada esta España y no
es conveniente que se sepa lo que Ruiz-Mateos conoce muy bien. Mejor
seguir todos engañados y no romper la baraja que hace ya mucho tiempo se
rompió haciendo creer a los españoles que todos jugábamos con las mismas
reglas. Mentira.
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