martes, 3 de julio de 2012

Comprender a un genio verdadero en una sociedad de mentira

De José María Ruiz-Mateos se sabe lo que a conveniencia se cree saber. Su realidad personal no es reflejo de la fabricada por un mundo al que él no parece pertenecer por sus muchas características tan alejadas de la hipócrita condición mundanal del egoismo,  de las encubiertamente falsas honorabilidades de sus codiciosos enemigos, de las víboras y parásitos que se le arrimaron y siguen arrimándose con la ponzoña de la mentira dispuestas a seguir sacando tajada.

No es Ruiz-Mateos hombre de lo mundano estando dotado de la virtud de una resistencia muy a propósito para las traiciones que siempre le han procurado la envidia contra sus talentos, creándose enemigos entre los mediocres en un país donde la mediocridad es reflejo de criminalidad carente de moral ni decencia. En España se roba, se expropia delicuescentemente , se juzga hipócritamente mientras se deja en indefensión a la víctima de un sistema basado en el engaño y del que el Empresario conoce sus repugnantes entresijos. En este país que celebra sus triunfos colectivos se proyectan abyectas derrotas particulares, se juega con la vida de sus ciudadanos, se disfrazan delincuentes con togas y se pacta con el diablo en nombre de Dios.

En este rincón del mundo cuyo deporte nacional es la envidia, además del fútbol, Satanás dice obrar designios de Dios, los políticos saquean la vida de los sacrificados ciudadanos y tapan generalizadamente las corruptelas que los enviarían, de existir Justicia verdadera, a la cárcel; se disimula lo canalla o se presume de serlo si la involución moral de este país lo aconseja. Encumbrados los forajidos todo es posible para burlarse sin disimulos. Aquí los canallas viven muy bien de la Política, la Economía, la Justicia, de la Religión, de lo institucionalmente respetado y de lo burdamente institucionalizado. España es el país de las grandes mentiras que siempre encuentra justificación para el atropello, porque el sistema no está al servicio de la población estando, al contrario,  en un campo de experimentación parasitaria donde todo es posible y nada es lo que parece.

Conocer a José María Ruiz-Mateos es tan sencillo como imaginar, por sus circunstancias, cuánto conoce de esta gran mentira  llamada España que jamás vivió en una democracia moralmente constituida, siendo amoralmente aceptada por las conveniencias de tantos personajes influyentes que escenificaron una gran farsa que treinta años después ya sabemos significativamente desenmascarada. Por eso, no debe de extrañar que todo ese sistema se confabule para denunciar presuntas irregularidades ocultando las causas verdaderas que subyacen tras las maquinaciones contra el Empresario. La presión es un modo acostumbrado de chantaje, pues antes de que ante la opinión pública llegue la ofensiva ya fue advertido... como entonces sucedió también treinta años antes en los prolegómenos de la delictiva expropiación de Rumasa.

De sinvergüenzas es denunciar  la situación de Nueva Rumasa, culpando taxativamente la gestión del Grupo empresarial, en tanto se silencia la canallesca actuación de la expropiación de Rumasa que conlleva decisiones judiciales tan incómodas como son el pago en justiprecio de 18.000 millones de Euros de un Estado moroso que pone la mano en tanto disimula sus vergüenzas denunciando las presuntas ajenas. Ya los ciudadanos son menos ignorantes de lo repugnante y sospechan que hay gato encerrado con aquellos que imponen eludiendo responsabilidades con la ciudadanía. Siguen exprimiendo hasta que un día quizá  reviente la paz social y corran a esconderse de las iras del pueblo al que han esquilmado permanentemente.

José María Ruiz-Mateos es consciente de que la estafa es continuada y por ello sufre el acoso y derribo constante sin que se atiendan las razones de Justicia que le pertenecen. Aquel hombre que además donó miles de millones de pesetas durante su bagaje empresarial, ya declaraba que le producía dolor moral pagar impuestos a un Estado que le despojó delictivamente de todo su Patrimonio; lo dejó en absoluta indefensión y obró como una máquina de corrupción legalizada a instancias de la corrupción generalizada. Su dimensión empresarial estaba a años luz de la de sus competidores, como su espacio de Justicia sobrepasa con mucho la decencia de sus juzgadores.  José María sabe bien que los ladrones protegidos por el sistema son en España hombres de bien ante los medios de comunicación. Si José María hablara, muy seguramente los ciudadanos tomaran como derecho legal asaltar el poder de la mentira con que son engañados, por eso es normal que se le pretenda ajusticiar por segunda vez para restarle autoridad moral, que la tiene, para llamar a todo por su nombre.

La Justicia es lenta por esas inconfesables conveniencias de la mediocridad, pero es lo que hay y en el respeto obligado se basa la aceptación de sus carencias. No es ciega, ni tampoco imparcial, está al servicio-en ocasiones- de arbitrios comprados, prevaricadores mientras no sean denunciados. En muchas oportunidades ejerce de garito para obrar designios gansteriles y cada vez más está al servicio de los saqueadores machacando ciudadanos que están al límite de los sacrificios exigidos desde los estrados vendidos al mejor postor de la corrupción.

Si antes se sospechaba, hoy en día es descarnada la influencia de lo pútrido en las togas de algunos jueces que ya hace treinta años manchaban sus falsas moralidades impregnados de nauseabundas influencias. El TC comenzó su deshonrosa andadura con la ratificación de la expropiación de Rumasa y, asentado sobre esas descaradas bases de corrupción de la influencia política, así ha perdido la credibilidad de la honra y lo decente por las inverosímiles decisiones de algunos de sus magistrados.

Es normal que un Estado moroso, en cuantías muy superiores a las que exigen al empresario, sea el audaz caradura que da la vuelta a la tortilla, una vez más, con esa autoridad moral que es una imposición sin crédito ni credibilidad. El plumero del latrocinio colea con la expropiación de Rumasa, manipuladas todas las realidades para silenciar al empresario que demanda lo que es suyo. Un pago cuyo dolor moral no se incluye porque eso sería impagable. El Estado es como un Satanás conjunto que usa todos sus abusivos empeños en ocultar su vergonzante sustancia ¿Qué esperar del demonio sino que se cobre la cuenta que él mismo adeuda haciendo pasar por moroso a un justo acreedor?

Comprender a un genio como José María, pasa por un afán de Justicia que desenmascara a sus poderosos enemigos confabulados en un sistema cuya dignidad estriba en que no se descubran tantas vergüenzas y canalladas que, de saberse, harían tambalear las bases sobre las que se construyó una sociedad donde nada ni nadie influyente son lo que parece ser.

Comprender a un genio pasa por conocer la sociedad corrupta que lo saqueó impunemente. ¿Qué esperar de un ladrón sinvergüenza sino que llame a la Policía para que detenga al propietario de la vivienda que quiere robar?  El mundo al revés; tal cual es así de descarada esta España y no es conveniente que se sepa lo que Ruiz-Mateos conoce muy bien. Mejor seguir todos engañados y no  romper la baraja que hace ya mucho tiempo se rompió haciendo creer a los españoles que todos jugábamos con las mismas reglas. Mentira.

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