jueves, 6 de marzo de 2014

Ah, la extraña pareja



   

  
   Ah, señora, cuán oscuras son las sombras de la apariencia que llamada públicamente a ser hija ejemplar la realidad te torna en astuta traidora, alejada de las emociones con las que engañas cuando existen ambiciones que pasan por encima de la vida de un padre.

  No contenta con henchirte de traición perpetua, todavía manipulas la vida de quienes son tus víctimas engañadas, jugando con la supervivencia de los que esperan un gesto de humanidad por tu parte que la codicia trastoca con nefandas intenciones. No me engañas por la vileza de tus liviandades que tan pesado lastre carga en las espaldas de los inocentes. Llamas telefónicamente con el puñal de la traición para asesinar almas agotadas que necesitan esperanzas reales que tú acuchillas sin piedad, estando en lontananza cientos de millones de euros. Razón de peso será para aniquilar a quienes poco te importan. Repulsivo.

   Vender a un padre es signo de malicia que toda una vida no perdona, por mucha que sea la falta de pecunio no hay tesoro que valga el precio de semejante traición. Aún callaré para acusarte de falsedad que usa al público para encumbrar las avaricias solapadas, en busca del mejor bocado de un pastel hecho con los ingredientes del sacrificio de un padre que no merece tus alabanzas ni falsos cariños…  acaso artimañas para que confiado reciba encantado la frialdad de tu puñal en sus cansadas espaldas.

   Pero no he de culparte si te contagias de la baba energúmena de quien rebuzna sus paranoias e invoca la violencia de la matanza para acabar con sus penas molidas de impotencia,  por no salirse con la suya como oportuno arrimado a la herencia ajena. Fallaron los cálculos, de ahí su rabia.

   No hay culpa en la ebria desorientación si te acompaña un falaz embaucador, experto en el sortilegio de la manipulación que atrae sobre sí la misma necedad que contagia, ocultando la verdadera intención de sus sucias, repugnantes componendas que muchos Inversores sospechan.

  Ah, el señor, que ve fantasmas en mí donde no los hay y no tardará en no reflejarse en el espejo aquel día que amanezca convertido en vampiro… payaso y vampiro que ofrecerá mejor espectáculo  en sus circenses estafas, maestro de la engañifa concitando la atención de la mass media para que el rebuzno parezca un bocinazo a la conciencia plural de la que él, paradójicamente, carece.

  Ah, señora, cuánto se ha de callar para que prevalezca la apariencia de la dignidad   que ya muchos sospechan inexistente. No es tu culpa errar desconcentrada por los gritos perpetuos de esa gárgola en extraño maridaje que acompaña la soledad. No es tu culpa pero otras tienes.

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