D. José María aprendió a distinguir las obra de Dios conociendo las imperfectas de los hombres: la hipocresía y el cinismo más cruel se dan en gentes que dicen hablar en nombre de lo divino. No obstante, Jesús decía : "Dejad a los guías ciegos que guíen a ciegos"... Ayer hablábamos sobre el abandono del papado por parte de Benedicto XVI en estos tiempos raros que acrecientan la incertidumbre en el mundo. Todo puede suceder.
No es tan sorpresiva la dimisión del Papa después de esos extraños antecedentes policiales y jurídicos que salpicaron al mayordomo acusado de revelar secretos pontificios. El anuncio de un hombre como Ratzinger no parece ser una voluntaria declaración de intenciones, sino una obligada decisión impelida por factores ajenos de la salud o de la energía personal para sobrellevar el oficio petrino.
Leyendo las letras que han servido para comunicar una decisión contemplada en el derecho canónico, advierto un mensaje subliminal que parece ir más allá de la objetividad aparente como misiva de renuncia.
Un
Papa puede estar cansado en cuerpo-visiblemente ejemplarizante fue el
desgaste de Juan Pablo II, fiel a la llamada de Cristo hasta el último
suspiro-, pero el alma en la disposición de un pontificado no puede
caracterizarse por el cansancio si no hay un ánimo derrotado en la
declaración. En Joseph Ratzinger se percibe la derrota ante lo
circunstancial con el cansancio del espíritu; un declive ajeno al fallo
de las fuerzas personales, acaso víctima de las intrigas vaticanas que
no han pasado inadvertidas con luchas de poder intestinas y que bien han
podido desembocar en un golpe de estado, no obstante es país con
influencias dinerarias como para provocarse asesinatos… recordemos la
sospechosa desaparición del recién nombrado Papa, Juan Pablo I, Albino
Luciani. La autopsia reveló la ingestión de una dosis fortísima de un
vasodilatador. El nuevo Papa era partidario de realizar una profunda
renovación de la curia…
El
Vaticano es proclive a ocultar escándalos muy poco acordes con el
deseable carácter espiritual de los pontificados. Existe la corrupción y
muy seguramente más que justificada cuando se usa el nombre de Dios
para obrar los caprichos terrenales, no exentos de avaricia y del
omnímodo poder que facilita al apostolado sobre 1.200 millones de fieles
católicos.
Ratzinger
no es hombre que abandone por la insuficiencia de la fuerza corporal,
pero como brillante teólogo sí es proclive al desengaño de lo mundanal
que ha podido agotar su iniciativa espiritual, enfangada de ambiciones
ajenas que pugnan por conseguir la mitra papal con intenciones
camufladas tras el relevo de la cabeza de la Iglesia.
En
las Sagradas Escrituras no es casualidad la negación de San Pedro,
piedra angular de la Iglesia de Cristo. No existe simbolismo sin un
significado revelador. La negación es una pura traición.
A
principios del 2000 fui asignado como cámara ENG para cubrir un
reportaje, acompañando al Ejército Azul de María, sobre el septuagésimo
quinto aniversario de los Milagros de Fátima. Una experiencia
profundamente vitalizadora visitando Aljustrel y conociendo en primera
persona el Santuario que transmite más en soledad que visitado por
cientos de miles de peregrinos. Lo divino es una experiencia personal de
meditación y encuentro interior que puede prescindir del proselitismo.
Al margen de la evidente hipocresía que respiré durante el viaje con
los componentes de aquella secta muy de rezar divinos Rosarios pero poco
dados a misericordia básica, conocí al sacerdote que guiaba el rebaño
de adeptos, un tal Padre Lumbreras.
En
una comida el cura-muy vinculado a la curia romana y asiduo visitante
de Roma- comentó que a la muerte de Juan Pablo II poco quedaba ya para
la llegada de los escorpiones y las serpientes que optaban para
conseguir el papado.
Respondí
entonces: “Claro, padre, ya lo dice el Apocalipsis a través del Ángel
de Revelación que se dirige a la Iglesia de Laodicea: “Y a ti por no ser
caliente ni fría, sino tibia, te
vomitaré de mi boca. Ya puedes comprar ungüento para tus ojos, así
veas, y cubrir con túnicas tus vergüenzas”. El cura Lumbreras me observó
con cara sorprendida y me dijo: “Tú sabes mucho…”. Acaso sabía él
perfectamente lo que conllevaba el mensaje respecto a la actualidad que
vivimos como cuando Jesús recriminaba a los sacerdotes de entonces:
"Hipócritas, raza de víboras, que gustáis de los saludos en las plazas y
los primeros sitios en los banquetes. No llaméis a nadie padre sobre la
Tierra porque uno solo es vuestro Padre que está en los cielos"... ¿Qué
ha cambiado de esto desde entonces? Los valores divinos, los
verdaderos, no corresponden a las ambiciones caprichosas de lo humano.
Los
tiempos a los que asistimos como sorprendidos testigos, son de balance y
no es casualidad que existan libros de revelación-Apocalipsis
significa Revelación- que recapitulan el bagaje de la Humanidad.
Éste
es un siglo difícil en que se va a acelerar el proceso de la
desconfianza en el sistema global del que dependemos con precaria
estabilidad.
No
creo que Ratzinger dimita de su empresa; más bien su espíritu se ha
cansado de las intrigas que se han ocultado en el mundo hasta el
momento. Algo me dice que los escándalos vaticanos van a aflorar dejando
en evidencia la hipocresía que ha desplazado a Benedicto XVI de su
destino como Sumo Pontífice. Al tiempo.
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