Socorro era una oxigenación cuando visitaba a su padre en Alondra, 2. Siempre risueña, vitalista y agradecida.
Recuerdo con aprecio el día que que se acercó a mí cuando estaba en el despacho esperándole para seguir trabajando junto a él, y con una gran sonrisa me dio un abrazo expresando su gratitud por todo lo que yo estaba haciendo, público y privado, por su padre.
Siempre estaba para atemperar los ánimos y acercar las posturas irreconciliables que surgieron por la debacle de Nueva Rumasa , intentando mediar con gran cariño y una fe religiosa inquebrantable.
Gracias Socorro porque me hiciste mucho más llevadero un duro camino que tú entendiste por encima de la incomprensión y el egoísmo de otros. Seguro que ahora estás junto a tu Padre que, bien lo sé, adorabas con noble amor filial.
Un abrazo allá donde estés y GRACIAS A TI.
Consuelo para sus hijos, marido y familia.
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