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Querido José María, fue un 7 de septiembre del 2015 que el día del destino te llegó. Con tu amada Madre y Don Zoilo a tu lado, batallador por la Justicia, ahora sabes más que lo que aquí vemos. Seguro que hay un significado para todo y es virtud eterna conocer la razón de tanto sufrir, allá donde estés.
Querido José María, fue un 7 de septiembre del 2015 que el día del destino te llegó. Con tu amada Madre y Don Zoilo a tu lado, batallador por la Justicia, ahora sabes más que lo que aquí vemos. Seguro que hay un significado para todo y es virtud eterna conocer la razón de tanto sufrir, allá donde estés.
Tu propósito fue darlo todo después de que se restara la vida en
múltiples aspectos: esa agonía del alma que tu cuerpo rezumaba, con el
dolor silencioso que cargaste estos últimos años como una pesada cruz
sabedor de que la fuerza vital te abandonaba por el estricto juez del
tiempo en circunstancias desesperantes. Asumiste las consecuencias de
una depresión absolutamente disimulada que no dejabas que te venciera
firme y disciplinado ante la mesa del despacho, cuando no postrado de
dolor en la cama, trabajando las posibilidades como reducto de esperanza
para asumir el compromiso de pagar lo adeudado por una trampa que de
bruces te encontraste en lo que pensabas tu retiro. Sé que tu espíritu
no desfallecía aunque percibías con impotencia que la luz se apagaba en
esa lucha contrarreloj que nos llevó por despachos de presidencias de
bancos a buscar las soluciones; durante casi tres años extenuantes de
asistir a las interminables reuniones, combatimos; me llamabas de
madrugada y acudía sin horarios, sin fiestas de guardar ni domingos.
Solo importaba pagar a los Inversores y no existía ni tiempo ni espacio
que fuera a quedar desocupado si tu ingenio ya mermado lo requería. Pese
al Parkinson y la desintegración de tu ser aplastado por la obligación
moral para seguir exigiéndote esfuerzo, con el horror callado de asumir
compromisos solemnes por ajenas responsabilidades cada día te levantabas
adoctrinado en sacrificios… ya ves, ingrato destino, cuando pensabas
haberlo dado todo para que otros tomaran tu testigo.
Vivimos demasiado en aquellos días de trinchera y batalla cotidianas,
públicas y privadas como tu portavoz. Tal vez más duras las privadas
que las públicas. A espaldas del mundo y frente a la adversidad de las
falsas apariencias tú eras tan grande y yo tan inesperado que tu
confianza me otorgó el privilegio de bucear contigo en la inmundicia de
las mentiras silenciadas para batallar por una verdad reivindicada hasta
la extenuación. Tú no parecías cansarte pero, cuando te arropábamos en
el descanso del guerrero, veía el ser valiente que lo había sacrificado
todo por nada y si era la voluntad de Dios, Amén. Desde el primer
momento en que nos conocimos no dio tiempo a reflexionar sino a actuar.
Así se nos unieron las vidas cuando me pediste, tú héroe, luchar contigo
frente a todo. Solos, a ti ya ni te consideraban sino como simple
anécdota de guerrero vencido con una historia que contar, siendo yo el
acompañante de las horas perdidas.
Estoy seguro de que tu familia te quiso y te admiró pero también que
la echaste en falta cuando más la necesitaste. Cargué felizmente con el
privilegio de tu confianza para cubrir una inmensa soledad y pasé a ser
blanco de odios y humillaciones tal cuál los recibiste tú durante toda
una vida. No necesitaste de mí un relaciones públicas sino un sólido
defensor que conocía las verdades que en este país se callan con
hipócrita convicción de justicia. Bien lo supimos sin resignarnos, tan
falsa. Como pude y apabullado frente a la indiferencia que tantos habían
ejercido ante tus legítimas reivindicaciones, monté en esta montaña
rusa de tu vida y supe del vértigo que padeciste con absoluta dignidad.
Eras exigente e implacable pero, al término de cada jornada, si el
sufrimiento moral te daba tregua mostrabas al hombre desconocido que
sonreía como un niño y dejaba asomar sus lágrimas sensibles colgado el
uniforme de campaña. Te animaba en cada momento entrañable cuando en la
soledad de Alondra 2 se mostraba el hombre de mundo en confidencia,
acaso dándose a conocer más allá de la defensa personal que ejercías
ante todos, sorprendido por tantas severidades después de entregarte sin
límite toda una existencia de lucha contra brutales desmanes políticos,
financieros y jurídicos. “No se preocupe, Usted ilumina el horizonte y
habrá camino. La verdadera Justicia ha de brillar. El tiempo pondrá todo
en su sitio y mostrará su inocencia tal y como yo la conozco pese al
marasmo de lo aparente”.
“Dios nos guarde de acomplejados; de seres erráticos y descompensados
de emociones difíciles que se enfundan una toga para juzgar al prójimo.
Más de un inocente será víctima de la miseria personal que disfraza la
judicatura y habrá más deseo de creer en la justicia divina lejos de la
indecencia de lo terreno”. En esa Justicia imperativa que todo lo ve
creías tú sin desmayo y dejándolo todo en manos de Dios. Cuanto más
perjuicio provocó la falacia del discurso religioso que te llevó a la
trampa de la expropiación, más te volcaste en depositar tu existencia en
lo divino siendo considerado por tantos ignorantes un demonio. Mayor
mérito a tus convicciones, tú nunca pudiste olvidar pero siempre
perdonaste todo mal cuanto fuiste vilipendiado y expoliado por
delincuentes con fama de honorabilidad y arrojado a las fauces de la
indignación popular tan engañada.
Severidad y firmeza fueron la constante y en otras ocasiones la
amistad y la confidencia. Con el trabajo extenuante frente a todo embate
y dificultades, llegaba el día inopinado en que volvía a encontrar al
amigo que comunicaba aquello que decía no haber dicho nunca y nos
despedíamos cuajada la esperanza de que el duro trabajo y una vida plena
de sacrificios tendrían compensación, siendo reconocido en ese
escenario que la existencia te obligó a convertir en un circo para que
nadie olvidara la delictiva expropiación de Rumasa siendo exculpado en
1997 de toda imputación. Porque bien ocultan los que sse aprovecharon de
tu patrimonio dfelictivamente y su séquito de comprados en los medios
de comunicación que fuiste absuelto de todas las imputaciones falsas que
justificaron el expolio de Rumasa en 1983.
¡Cómo te conocí realmente en los momentos de tregua!, aunque al día
siguiente te manifestaras implacable en las formas y en el fondo, no
obstante la vida nos unió para entregarnos sin reserva pública ni
privada para erradicar el drama de los tenedores de pagarés. Seguí tus
directrices, me delegaste poder de decisión y me confiaste el peso de
las responsabilidades para representarte ante todos con la misma solidez
que demandaban las extremas circunstancias de tus luchas históricas. Me
enfrenté a todo por lealtad a la sapiencia de tus voluntades y la
magnífica concepción que como padre has representado para todos tus
hijos. Eras un héroe histórico que, aun atravesado por decenas de
venablos, siempre sacaba fuerzas para decir que estabas en forma y
dispuesto a seguir combatiendo… así dabas excusa a la saña de tus
cobardes y envidiosos enemigos que justificaban en la mentira los
ataques continuados. No había piedad contigo, ni la necesitabas. Pocos
hablaron en treinta vergonzantes años a tu favor presos de cobardía e
incomodidad, así que no era extraño que gruñieran las mismas alimañas
que se callaron antes de que en 1997 te absolvieran de toda causa que
propició la cobarde, ruin e ilegal expropiación de tu magnífica obra
Rumasa, legalmente establecida y económicamente compensada creando casi
100.000 empleos directos en España y 300.000 indirectos. Las vergüenzas
hipócritas e históricas de la reciente España eran de muchos, no de ti.
Trabajador férreo sin otra afición que dar lo mejor de ti para los
demás, viviste con las mieles del triunfo por lo cosechado y la hiel de
la traición por parte de muchos que se aprovecharon de tu infatigable
tesón y genio empresarial como financiero. Un Ave Fenix irrepetible en
la perseverancia contra las dificultades extremas. En este patio de
recreo efímero, con infantes trampeados por el tiempo que ve crecer a
los cretinos, tú fuiste más ingenuo y noble que las circunstancias en la
que bregaste confiando en tus futuros enemigos, entonces casi hermanos
de sangre, y de ahí te llegó la puñalada incisiva.
A contracorriente libraste una guerra contra la taimada corrupción
generalizada de un país donde muchos se enriquecieron, sin ninguna
justificación legal, con tu Holding trabajado duramente con la
inspiración de un ingenio único que los recelosos por envidia
convirtieron en malas artes y ventajismo. Viste resentida tu salud por
uno de esos misérrimos factores que te engrandecieron cuanto más te
dañaron: la mentira sostenida para ocultar la verdad de la razón en tus
legítimas denuncias. Al final pudo contigo terrenamente y aún te quedaba
mucho por decir.
No voy a creer que de nada sirvió explicar, responder, sincerarse,
argumentar con pruebas, aunque tu impulso fuera alentarse por el ímpetu
de tu corazón compungido pero firme que se mostró deteriorado por la
injusticia cometida contra ti. No se te perdonó tu pundonor, el calibre
de tus resistencias y la eterna disposición a que se hiciera Justicia
verdadera. Tu voluntad fue histórica y permanente, tu salud condicional.
Lloramos muchos tu marcha, quienes te conocimos más allá de la vil
apariencia, pero no queda solo el recuerdo de la sombra que en aciagos
días se cernieron sobre ti . En este capítulo te marchas pero una
historia no termina cuando busca otros horizontes magnánimos su
protagonista. Queda por ver la realidad de las siembras y el final de
las contiendas frente a los embates del destino. Otros tomamos el
testigo pidiendo a Dios que las semillas den fruto porque estos últimos
años de tu vida peleaste como desde los primeros. Aún está por ver si
conseguiste tu propósito para verlo allá donde estés, allí donde saben
lo que aquí se oculta y saben bien quién eres.
En nuestro último abrazo apoyaste tu mejilla junto a la mía. Guardo
esa caricia en mi alma hasta que nos encontremos de nuevo. En tanto aquí
sigue la lucha aun variando las circunstancias que hoy te quieren en
Paz y lejos del mundanal choque de las hipocresías sostenidas Hay que
batallar porque se cumpla tu voluntad de pagar a los Inversores y aunque
sea difícil, imposible, me llamen loco, payaso o me lleve las iras que
acumulaste de quienes te creen el culpable de sus desdichas, aunque
rabie el infierno digo que tus amigos procuraremos que sea así según lo
ya sembrado.
Con el corazón en Gratitud por haberme dado la oportunidad de
conocerte; agradecido por batallar con un héroe sin conocer y mejor
padre, siempre tu amigo que te admira y quiere, como tú me llamabas,
Nacho.
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