Alguien tenía que desempeñar esta difícil labor. En conciencia, me tocó

 Programa de Televisión Española (RTVE) Con T de T.
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Lo hago lo mejor que puedo y en la medida de las circunstancias realmente asfixiantes. Mi labor es ingrata, dolorosa y sacrificada. Sabía a lo que me exponía cuando D. José María solicitó mi humilde colaboración para batallar en pos de erradicar el drama de los Inversores. A ello se sumó enfrentarme a la ignorancia, en muchos casos malintencionada, de un país que  desconocía la brutal injusticia, tan descarada como aberrante, de la expropiación delictiva de Rumasa, así como que el empresario y financiero fue exculpado de toda imputación en 1997 dejando en evidencia el latrocinio felipista que además saqueó el 10% del PIB. Si cayó el honorable pero menos Pujol, podría suceder lo mismo a los sinvergüenzas que politizaron la Justicia para dejar impunes sus crímenes. 

Pasados años de incansable trabajo discreto pero terriblemente intenso para poder pagar a los Inversores, aún he de soportar que facinerosos a los que jamás habría tratado en mi vida personal de no estar en estas lides, me insulten poseyendo ellos una calidad moral ínfima. Pero eso forma parte de esta, llamémosla, misión. No me importa que despectivamente diga de mí alguien tan inmerso en abyectas sombras que soy un "iluminado". Al menos arrojar algo de luz y esperanza real entre tanta oscuridad que algunos representan sin disimulo alguno.

También he hallado motivaciones que me han ayudado a continuar para que D. José María pueda cumplir su solemne compromiso de pagar a los Inversores. Son personas que me han apoyado o amigos que son ya del alma, como Julio Montealegre Mejía que veló por mi salud emocional y hasta mental después de haber confrontado con amenazas de todo tipo, codicias enfrentadas, conflictos de intereses y rastreras beligerancias. Él marchó, pero siento su ánimo en el corazón que sigue bregando para conseguir junto a él lo que tanto luchamos.

Comprendo que sea el último mono en esta larga historia de ambiciones y codicias que buscan intereses personales al margen de la solución de este infierno. Por ello he sido amenazado tantas veces para que no haya respuestas que puedan estorbar los fines nada altruistas de otros. Asumo el rol que he desempeñado con la satisfacción de mi capacidad para soportar mucho más que lo que jamás hubiera imaginado, aunque ya antes había lidiado con otra clase de injusticias, de ésas que forjan duramente el espíritu.

Así pues, con el conocimiento de causa que me permite decirlo, después de casi tres años de luchas diarias y empeños más allá del conocimiento de la opinión pública, me ratifico en que los Inversores recuperarán su dinero. Nadie dijo que esto fuera fácil, pero se culminará con la victoria del alivio para miles de personas que la merecen, incluido el hombre desconocido por esa hipócrita conveniencia de una España llevada a la ruina por facinerosos respetados que dieron el pelotazo de una estafa estatal y salieron de rositas: el hombre con mayor mérito ante la injusticia que  es José María Ruiz-Mateos, a quien tengo el arduo privilegio de defender en su causa y la de los Inversores.

Hablen los necios ahora para que luego callen sus vergüenzas. Con la ayuda de Dios lo conseguiremos y muy pronto por lo que se deduce del largo camino de trabajo emprendido en la buena senda hace dos años y que ha seguido su evolución, frente a toda adversidad, para poder culminarlo.