domingo, 4 de agosto de 2013

Lo que España debe a Ruiz-Mateos



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  En un mundo menos hipócrita y verdadero, Ruiz-Mateos sería otro ante la engañada opinión pública. ¿Si pagara a los Inversores, sería convertido en héroe nacional?… De no ser esta España tan repugnantemente cínica, tan extraviada y retorcida,  se vería la verdad de lo que sucede. Pretenden engañarnos aparentando que todo es moralmente aceptable, atropellando nuestras paciencias, ocultándonos la realidad y aprovechando la cobardía generalizada ante el abuso.  Es evidente que mucha  gentuza dirigió el destino de los inocentes españoles. A estas alturas, no rebelarse es un error que ya nos ha costado demasiado caro.

   Con tantas injusticias mundanales la conciencia debería obligar a ir contracorriente, a confrontar contra la altanería de los forajidos respetados en un  país de sinvergüenzas donde héroes como José María Ruiz-Mateos son despreciados o juzgados como criminales siendo víctimas. Si alguna vez se desenmascarara tanta suciedad revestida de dignidad, sería tan visible la hediondez que no habría derechos para tantos estafadores institucionales que son nocivos para los ciudadanos y que viven como ricachones después de asaltar políticamente esta España de mentira, en la que nos contaron un cuento constitucional que hasta los jueces se pasaron por el forro sagrado de los  cojones del sectarismo.

    En 1997 se demostró con la exculpación de todas las imputaciones que el empresario y financiero fue saqueado vilmente con peregrinos pretextos, por una pandilla de criminales políticos que manipularon las leyes para que la Justicia fuera cómplice del expolio encubriendo el acto delictivo.

    Afortunadamente, fuera de España, mucha gente de altas esferas sabe cómo se las gasta el engañador, estafador e inicuo sistema de conchabamiento en un país que ha sido dirigido por venerables ladrones del socialismo. Allende las fronteras españolas, no cuela la vileza de tanto miserable y el empresario y financiero es admirado, pese a la apariencia de la última trampa del Banco de Santander que precipitó la caída de Nueva Rumasa cuando los activos del Grupo triplicaban los riesgos contraídos con el banco. Gato encerrado, muy encerrado hay en los sucios sótanos de Botín.

    A conveniencia nos hicieron creer que todo era para el pueblo y por el pueblo y pecamos de pueblerinos, de ignorantes bien intencionados mientras trabajaban la trampa disimulada para asegurarse de que todos mordíamos el anzuelo hasta que descubriéramos, demasiado tarde, que la Justicia no es tal, sino un chanchullo de partidismos al servicio de la inmundicia parasitaria de politicastros que ya no disimulan la verdadera razón de ser de un Estado español;  esclavizar en un gran gueto legal a sus ciudadanos, aprisionados bajo una explotación que pretende paliar el despilfarro de los ladrones que nos atracan desde que llegó la democracia, un ya sórdido espejismo, a España.

   Desde hace 30 años, Ruiz-Mateos sabía que el Sistema estaba pútrido y que los ganapanes de la época se aseguraron las riquezas expoliando su patrimonio legalmente ganado, para que malhechores apestosos se convirtieran en próceres de la patria. El resultado de un expolio silenciado en tanto el tumor político, social, económico, jurídico y financiero se fue extendiendo, es lo que vivimos atónitos al día de hoy pasando por el aro de la sumisión, pese a que sabemos sobradamente que los causantes de nuestros males están localizados para ponerles una soga al cuello. Nuestros civilizados pareceres de ciudadanos son los que salvan a tantos inútiles de ser linchados en medio de la calle. Podemos sentirnos orgullosos de nuestros aguantes. En otras épocas se ha matado por mucho menos.

    José María Ruiz-Mateos no solo fue víctima de una malignidad que encumbró, casualmente será, a periodistas, políticos, jueces, banqueros etc. Aquéllos en 1983 apenas eran incipientes cagadillas sociales, arribistas y codiciosas existencias a medio hacer, que hoy se han convertido en una inmensa mierda de vidas resueltas, trayectorias profesionales exitosas y con sólidas y continuamente surtidas cuentas corrientes acompañadas de exclusivas amistades internacionales que, casualmente será también, se lucraron con los pelotazos del felipismo. Un estudio somero de los personajes del presente, retrotrayéndonos a los años del latrocinio de Rumasa, permite deducir que muchos se beneficiaron del golpe económico lanzando sus carreras personales.

   Con tanta mierda exitosa por el beneficio de una criminal estafa del Estado, no es nada extraño que el país esté inmerso en esta debacle permanente de la corrupción, cuyos daños siguen pagando las gentes de bien. Los pilares de la patria son chorizos.

    Cuesta creer, sin embargo, que los males pudieron ser aún más nocivos; pero así es.

    De no ser por la manera de en que José María confrontó legalmente contra esta mafia consentida en España, hoy en día seguirían ocultas decenas de corruptelas que terminaron en los tribunales con los responsables encausados. El país debe a Ruiz-Mateos el desenmascaramiento de las actividades de Filesa, CESID, Juan Guerra, Huarte, Expo-92, Ibercorp, Roldán, Paesa etc. Casos de corrupción al descubierto que demoraron la ruina multitudinaria del país, extirpando en su tiempo el cáncer político que, desgraciadamente, siguió proliferando hasta salirse con la suya.

    Hacienda debe a Ruiz-Mateos tres billones de pesetas que fueron saqueados por un Estado que durante treinta años ha actuado como un estafador histórico, encubriendo los trapos sucios que justificarían una asonada popular al estilo Toma de la Bastilla. Tanto miedo hay en sinvergüenzas de baja calaña que aún destruyen pruebas del latrocinio tres décadas después. La flor y nata de la España de hoy se enriqueció con la complicidad de la Justicia en un amaño institucional que, curiosamente, denuncian ahora, de pasada,  muchos periodistas y comentaristas cuando ha surgido la polémica de la politización de los tribunales, justo cuando han sido los socialistas los que han perdido su grado de influencia que permitió barrabasadas como la expropiación y los subsiguientes obstáculos para impedir que se averiguaran las delictivas características del expolio estatal.

    Este plumero del cinismo nacional se nota en comentaristas que ahora sacan a ventear la basura jurídica de la que fue víctima Ruiz-Mateos ,mientras otrora esos cobardes callaban y permitían el acoso y derribo brutal contra un hombre que trabajaba duramente y creaba empleo como única arma para defenderse de tantas iniquidades y envidias multitudinarias.

    España debe mucho a José María Ruiz-Mateos, pero sobre todo se debe una decencia a sí misma, tras tan indecorosa trayectoria. Indecente la historia democrática que es un espejismo y en la que se trasluce el verdadero carácter depredador de la clase política, en complicidad con el sectarismo jurídico que jamás pudo ser tan vergonzante a las órdenes de unos delincuentes votados como gobernantes de una nación.

    Se dieron cuenta entonces. La única manera de delinquir con impunidad, consistía en acceder al poder y dominar a los jueces comprándoles ideológicamente y echando un pulso a la imparcialidad teórica de la Justicia. Mantener ese poder era obligado y es por ello que no se escatimaron trampas para burlar a la ciudadanía con la apariencia democrática, en realidad todo  bajo una dictadura de la falsedad y el oscurantismo más dañina que el franquismo… el que durante 40 años- ahora se demuestra por puro agravio comparativo- fue más constructivo y beneficioso.

    La España de hoy se debe a la indecencia especulativa de sus políticos y a la desvergüenza de mal llamados jueces que militan en las filas del engaño a perpetuidad. Esa misma España debe a Ruiz-Mateos la valiente disposición a no cejar en el empeño de conducirse con integridad pese a los impedimentos y las apariencias.

   Si paga a los Inversores... ¿Será convertido en héroe nacional? Veremos cuál será la excusa de la bazofia encumbrada mediante las malas artes de la manipulación para no hacerlo, pero José María Ruiz-Mateos pagará una deuda de honor… un honor que jamás tuvo el Estado español en treinta años.

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