Soy más honrado que Anson y Vila, con creces. Prueba.
Puedo dar gracias a Dios por
conservar, después de múltiples vicisitudes en mi vida, la capacidad de
discernir con limpia conciencia lo que está bien de lo que está mal y
obrar con honradez haya o no haya testigos de mis actos. En este mundo
todo es muy confuso porque el Diablo sabe disfrazarse de buenismo y
piedad para dar el pego. Como los de El Imparcial.es y la Fundación
Ortega-Marañón, teatreros de la intelectualidad sin conciencia.
Es normal que en este país donde tantos
aprovechados campan por sus respetos con aires de dignidad, se
acostumbren a obrar con deshonestidad y lo tomen como un modus operandi
de proyección personal perdiendo toda orientación sobre cuestiones
morales u obligaciones éticas. Porque obligarse uno mismo a ser honrado
es la clave para no dejarse llevar por la tendencia de la codicia, la
vanidad, la estupidez del engreimiento y la tentación de transformarse
en un hipócrita carente de la necesaria autocrítica para vivir con
ecuánime criterio de justicia y equilibrio civilizado.
Estoy seguro de que no estamos aquí por
casualidad y de que hay un propósito oculto a la ignorancia humana. La
evolución espiritual es proporcional a los esfuerzos de las personas
por aprender de las lecciones de superación.
En esta carrera mundanal hay una
aparente desventaja en el aprendizaje y la evolución del alma, porque
siempre hay ventajistas que no contemplan ser mejores personas a medida
que escalan, de cualquier modo, la montaña de las ambiciones egotistas.
Creen ser ganadores pero en la meta de la muerte todos los oportunistas
se rasan con el suelo de la tumba que entierra los restos, como si nunca
hubiesen existido. Las obras no materiales serán entonces las que
contarán para tantos confiados e ignorantes que se creen los reyes de
este mundo idiotizado y plagado de participantes por el poder y la
influencia que terminan, destino es desde el nacimiento, convertidos en
polvo. Al otro lado todo continúa con un modo de existencia que a más de
uno le hará crujir los dientes del alma.
Una especie de bruxismo fantasmal padecerá el infame Joaquín Vila, sin duda, pero tampoco se librará el sabelotodo de Anson.
Yo soy mucho más honrado que Luis María
Anson a tenor de sus vergonzosas actitudes en este caso que denuncio.
Siempre lo he sido en este laberíntico transcurrir de la existencia con
tanto hipócrita a mi alrededor. Sirva de ejemplo la anécdota sobre la
honradez que protagonicé, inexcusablemente, en un comercio de accesorios
para motorista de Madrid, llamado Motocard, sito en la calle Bravo
Murillo:
El verano del 2014 mi novia se había
marchado a Lanzarote con unas amigas y yo me quedé en Madrid trabajando.
Decidí darle una sorpresa yendo a Motocard para comprarle unas botas y
unos guantes de primeras marcas.
Me acerqué un sábado con la moto
aprovechando una estupenda tarde de verano y realicé unas compras por
valor de 400 euros. Adquirí dos pares de guantes, unas botas para ella,
todo de la marca Alpinestar. Del mismo modo, al no llevar ninguna bolsa
donde poder trasladar lo comprado, elegí una mochila Alpinestar con un
valor de 90 euros.
Cuando llegué a mi casa, revisé las
adquisiciones y miré la factura. Comprobé que estaba todo correctamente
cobrado pero advertí que la mochila de Alpinestar no estaba abonada,
seguramente porque debieron pensar que llegué con ella y que era de mi
propiedad. Así pues, a la semana siguiente fui a la tienda con mi novia.
-Buenas tardes, el otro día os hice una compra por valor de 400 euros, pero hubo una confusión.
El encargado me escuchó y a medida que
iba hablando su cara de estupefacción fue acentuándose hasta convertirse
en un rictus de incredulidad. No daba crédito a lo que estaba viviendo
en este mundo con tanto sinvergüenza suelto.
-Por lo visto, al pasar por caja con
todos los productos y después de atenderme Lucía, una de las
dependientas, debiste pensar que la mochila de Alpinestar era mía
cuando, en realidad, la cogí también para poder trasladar en mi moto la
compra. Como me tengo por persona honrada y lo soy, vengo a abonarte la
mochila de 90 euros que no se me cobró.
El encargado no disimulaba su sorpresa y procedió a cobrarme la mochila con una deferencia del 20 por ciento de descuento.
Triste es que algo tan normal en mi
vida tenga que tildarlo de anecdótico. A diferencia de los depredadores,
interesados amorales y tramposos, siempre he procurado que mi mano
derecha no supiera lo que hace la izquierda. No obro bien porque me
vean, sino porque soy honrado. Contarlo hoy es porque viene al caso el
agravio comparativo.
Unos tanto, sencillamente sin más porque
es lo honrado, y otros sinvergüenzas tan poco. Ni El Imparcial.es, ni
la Fundación Ortega-Marañón, ni ningún aquelarre sectario de
oportunistas con esa doblez moral que les apesta, me llegan a la suela
del zapato en honra.
Ahí queda eso para restregar a la jeta
de miles: de tan insignes hipócritas aferrados a la estulticia de sus
influyentes egos; ridículos como codiciosos intelectuales de postín,
moralistas de juego sucio como los trileros; vergüenzas personales y
corporativas como ejemplos pútridos de deshonestidad capaces de explotar
y abusar del trabajo honrado de los demás. Desperdicios del alma. Unos
tanto y otros tan poco con estos ruines de la avaricia que cuanto más
consiguen, más desean prescindiendo de éticas o moralidad de la que
otros somos incapaces de carecer.
Afortunadamente, nunca seré tan simple,
insensato, rastrero y falso como millones de ventajistas e ignorantes
en este mundo, cuajado de farsantes que jamás aprendieron nada sobre la
verdadera integridad personal. Nunca. Esos tramposos ya lo pagarán; ni
uno se escapa.