domingo, 16 de marzo de 2014

En España es fácil robar, abusar y condenar al inocente





   Las heridas de guerra de D. José María Ruiz-Mateos, en su batalla legítima contra el latrocinio estatal de Rumasa con la connivencia de una corruptela jurídica tan vergonzante como la demostrada desde hace treinta años hasta nuestros recientes días, son un honor.

   Pocos creen en la imparcialidad y en la sanidad moral de algunos que dictan sentencia con un golpe en la mesa, mientras esconden las vergüenzas con el oscurantismo que ha permitido una miserable indefensión, propiciada por los que no son ejemplo de respetabilidad por decisiones que escandalizan a justos e inocentes.

  El Estado español robó, a través de unos sinvergüenzas de la política y la banca que han vivido del botín de Rumasa, 18.000 millones de euros a un empresario y financiero que fue exculpado de toda imputación dejando sin pretexto legal el expolio de 1983. Normal que para la credibilidad de una Justicia inexistente sea importante seguir disimulando dignidades fingidas.

Esa misma indignidad es la que ha dejado libre al "Gran Devaluador" Felipe González, quien devaluó un 50% la entonces moneda española en 14 años, además de ser el logístico criminal de vastas corrupciones cuyo testigo recogió aquel nefando Zapatero con el que ha quedado encubierto un trágico 11-M del que devino nuestra ruina institucional y económica. Mismo modus operandi del "secreto sin resolver" y la Justicia encubriendo la mafia política de turno.

Algunos jueces mantienen tatuado el logotipo del PSOE en impudendas partes que no muestran, cuando asoman la jeta con aparente honorabilidad. No hay ciudadano honrado que no los haya calado ya en tres décadas.


  En España se echa de menos la implicación del honor para investigar una estafa silenciada desde los mismos tribunales. Ser condenado a tres años de cárcel por defraudar a esa Hacienda que le debe a él 18.000 millones de euros es de risa, si no fuera por la repugnante indefensión  sin mínima garantía procesal que le propiciaron aquéllos mismos que han dejado en libertad criminales de toda índole sin importar la vomitiva representación de la Ley ante la estupefacta ciudadanía; una extraña ley que ya va quedando al descubierto por esos tufos inevitables de fosa séptica histórica en que se pringa la credibilidad de algunos que ya no son respetados y sí mirados con recelo como poco ejemplares ciudadanos de ventaja inmerecida. García Pelayo inauguró la vergüenza pública que ha continuado hasta la inexcusable interpretación de sendas sentencias de Estrasburgo con la evidencia de que algo huele a podrido y se ventea al margen de la ecuanimidad deseable.


  D. José María ha sido condenado a tres años de cárcel y a pagar 10,5 millones de euros  por defraudar 4, 4 millones de euros a cuenta de lo que le debían los criminales protegidos por una maquinaria de estafa generalizada y consentida. Una protección hacia gran número de beneficiados que se llevaron el botín de manera particular pasando, para más inri,  factura de dos billones de pesetas a los españoles. La politización de la Justicia es lo que tiene de descarado en un país enviado a la ruina por politicastros impunes.



  Así funciona este escenario del cinsmo pagado por una ralea de respetados sinvergüenzas que siguen disimulando el atraco jamás conocido en el mundo, con esta España oscura plagada de mafias encubiertas.


  Con honor y la cabeza bien alta, es sentenciado D. José María Ruiz-Mateos por tomarse lo que era suyo, toda vez que lo que no pagaba a la Hacienda  que le sustrajo su patrimonio de manera delictivamente solapada, lo donó en obras sociales y benéficas por valor de cientos de millones de euros.

   Él manifestaba públicamente que le costaba moralmente pagar a los que le robaron todo su patrimonio. Suerte tuvieron que fuera  de noble proceder porque otro hubiese invertido en armamento para tomarse una venganza de la que, muy seguramente, habría resultado mayor respeto y eficacia en las demandas legítimas.


  La sinceridad de su conciencia calma todo conocimiento de su lucha justa, a diferencia de la vomitiva hipocresía de los que niegan lo evidente para hacerse pasar por víctimas. Villanos que cuando críen malvas deberán con sus pútridas almas rendir cuentas de sus escondidas tretas criminales. Pobre de aquéllos que se crean a salvo dictando ahora los desórdenes que en el saco de sus ganancias terrenas serán convertidas en la inmundicia de la siembra de sus obras.

   Estas añadidas heridas de guerra de D. José María son sus méritos contra tan cómodos, falaces y ruines verdugos.

   Dios quiera que un día podamos anunciar el pago a los Inversores y quede en evidencia la peste de la mentira que hoy condena, de nuevo, a un luchador inocente.    

  Hagamos un trato. Que le devuelvan los ladrones 22.000 millones de euros, con intereses, y que pague D. José María a euro los 10, 5 millones, tirándolos por el suelo para que se arrastren los beneficiados del latrocinio en vez de ir con la cabeza alta. Miserables.

1 comentario:

JOSE A. dijo...

Hola Ignacio a estas alturas de la Película creo que ya está todo dicho y sobretodo que Tú te has esforzado hasta lo indecible para que todo el mundo se entere de los Robos que el sistema Jurídico-Político-Bancario-Empresarial y hasta Institucional, han realizado contra RUMASA y su Propietario. Desde que el Presidente del Tribunal Constitucional ( GARCIA PELAYO )tuvo que autoexiliarse por la atrocidad cometida, por la presión a la que le sometió Felipe González, sin haber tenido la dignidad de haber actuado con honestidad, todo fué como el cuento de Alí Babá y sus complices ladrones. Habrá alguna vez JUSTICIA en España ? Seguro que hay Jueces justos, pero donde están ? y porqué no han celebrado el JUICIO que D. José Mª se merece y ha reclamado hasta la saciedad. AdemÁS solo habría que cumplir el dictamen del Tribunal de Estraburgo. Quién anda detrás de toda esta mentira ?, pues los mismos de siempre ( Gobierno, Políticos, Bancarios... etc. )Sería un MILAGRO que todos sin excepción quedaran al descubierto y si alguno tiene que esconderse en la alcantarilla de la que salió, pues que se pudra allí como le corresponde al ser rastrero que es.- Dios escribirá recto sobre los renglones torcidos de los hombres, de eso no tengo ninguna duda.- El premio llegará.- Un abrazo.