lunes, 13 de mayo de 2013

José María Ruiz-Mateos: Lo único que importa es PAGAR


  El discurso lacónico del Sr. Ruiz-Mateos siempre ha sido el mismo. Conserva la practicidad que permanentemente le ha caracterizado y cuando se plantea un objetivo solo queda trabajar para alcanzarlo. Lo demás es secundario. La única Justicia, verdadera, en la que cabe pensar, pasa por pagar.
    
  Desarrollando esta labor, no pocos son los estorbos que han surgido y que son inherentes al egoismo de los ajenos. D. José María no quiere nada que no sea el cumplimiento de las obligaciones contractuales, como siempre demostró durante toda su vida profesional.
   
   En este tiempo de trabajo, de lucha intensa al lado de D. José María, he observado tantas actitudes de los personajes de esta realidad que supera a la ficción,  de estas circunstancias multitudinariamente dramáticas,  que podría estar ampliamente surtido de material para escribir una historia novelada con el ferviente deseo de un final feliz pagando a los Inversores; pagar es el fin primero y último de D. José María,  de cada despertar durante estos meses en que hemos trabajado intensamente, ajenos de las cuitas de codicia en que otros desenvuelven sus particulares batallas.


   La necedad de algunos de esos personajes de la historia dará aún más mérito a la epopeya de pagar cuando aquí todo el mundo va a lo suyo, con la inconsistencia moral de la codicia de lo propio importando poco la penuria de los muchos.


   A D. José María solo le importan los Inversores y los que fueron trabajadores, como  a quienes luchamos a su lado para erradicar este drama humano. Poco nos conciernen los protagonismos de los que reivindican para sí mismos aquello que pretenden restar a los que más necesitan. Debemos ignorar el descabellado carácter de quienes gozan de la fama en la denuncia, a base de cobrar en intervenciones televisivas o procurar revolucionar los medios con injustificadas sospechas, basadas en sombras acomodadas por la ambición, sin reparar en los perjuicios que se puedan causar a inocentes.


   La apariencia engaña, bien cierto es. Nadie es quien parece ser en este sainete de intereses encontrados con un drama de por medio que es el que hay que atajar, purificando la impudicia moral de tantos a los que poco les ha importado la tortura derivada de los impagos de los acreedores de Pagarés.


   Durante esta muy dificultosa labor, he aprendido a localizar la morralla y a quedarme con lo primordial. Mi objetivo principal, básico, elementalmente próvido,  de que los Inversores reciban su dinero a través del empeño digno del Sr. Ruiz-Mateos, no ha variado en lo esencial si bien me he visto obligado a identificar quién es quién en estas circunstancias donde nada ni nadie es lo que parece ser. Necesitaba adaptarme a un medio hostil donde he visto obstaculizada mi labor a traición, por parte de aquellos en que prevalece un interés distinto a pagar a los Inversores.


     La realidad, cuando existe tanto en juego como es la vida de miles de personas, es propensa a desvirtuar las certezas y a enmarañarse con intereses ocultos, solapadamente disfrazados de benignidad que confunden a la opinión pública. En ocasiones la confusión procede de la necedad, siendo una de esas actitudes preponderantes que he visto de manera repetida en no pocos ignorantes de la situación verdadera.

    
   Hay quienes ven fantasmas donde no existen y otros que los hacen creer para esconderse de la acción de la Justicia... otros que procuran ocultar sus propios monstruos: monstruos de la avaricia, de la indiferencia por el dolor de lo ajeno; abocastros de la estupidez que arremeten ciegamente, una y otra vez, desde el círculo vicioso de la estrechez de miras y de la obsesión por la sospecha infundada, incapaces de un mínimo de templanza para saber que con esos apasionamientos de lo necio solo entorpecen una labor de grandeza en la que ellos no recaban, por la insignificancia de sus intereses tan alejados de los que verdaderamente importan.
    
   Los necios no conocen límites cuando arremeten sin freno y  solo necesitarían que se hicieran públicas las vergüenzas que esconden tras la apariencia de la honestidad. Deberían caer las máscaras porque D. José María siempre dio su única cara ante el infortunio: la cara sincera de la responsabilidad. Se deberían ver los verdaderos rostros que se disimulan tras esas fachadas supeditadas a  ambiciones inconfesables; descubrir a esos personajes que esconden múltiples actitudes novelescas y que un día servirán de material abundante para escribir “Cómo D. José María pagó a sus Inversores, aun con los necios que estorbaron tan épica labor”.


    Pagar es lo que importa a pesar de que en el escenario otros busquen cobrar de un drama que D. José María no generó, pero por el que méritos no le faltan para subsanarlo. En ello seguimos con la discreta entereza que contrasta con el escándalo promovido por los que , precisamente, más deberían callar.


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