miércoles, 3 de abril de 2013

Reunión con Inversores en restaurante MICACHO: un truco de prestidigitación para proteger sus intereses




Por mediación de Senador Rodríguez fui al restaurante MICACHO en la calle Eloy Gonzalo, 20 regentado por su amigo Cholo, donde tienen acondicionada una sala para reuniones. Agradezco la gran amabilidad del dueño de este local que facilitó al máximo la cita. Sin duda habrá que visitarlo en otra ocasión para degustar sus ricos manjares. En este caso se trataba de reunirme con Inversores y transmitir la confianza en el trabajo realizado durante este tiempo para solventar el drama, del que somos muy conscientes D. José María y yo de los Pagarés.

Como escritor me parecía una experiencia interesante para descubrir caracteres en situaciones muy singulares.Me esperaba una cincuentena, apróximadamente,  de señoras y señores.

Así que en mi cartuchera de argumentación llevaba suficientes temas de trabajos para transmitir confianza en los proyectos, pero acordé con Senador que bajo ningún concepto trataría soluciones vigentes para no entorpecer la marcha de una labor potencialmente fructífera. La experiencia me aconsejaba mucha prudencia pues si hay gente por la que merece la pena este esfuerzo de Justicia, también he visto gentualla mezquina, que adolece de toda moral o humanidad, a la que la carencia es todo un revulsivo para expiar culpas merecidas; culpas que algunos cretinos llevan al hombro así se pudran con sus miserias personales.No todo el mundo es igual, ciertamente.

Grandes personas he conocido y existen que dejaron sus ahorros y por las que nos estamos entregando a diario para erradicar el drama que sufren. Otros inversores no son objetivo de mis sacrificios y siento decir, el día que cobren sentiré que la riqueza no esté mejor repartida con quien la merece.

En ese cuarto durante dos horas y media me he encontrado muy valiosas personas y otras no tanto. No importa, pienso que el tiempo pone a cada uno en su sitio con dinero o sin dinero.

En la reunión me abstuve de llevar planes concretos pero necesitaba medir la calidad moral de quienes me iban a escuchar. Me presenté como una representación "humana" que no "corporativa" y decidí hacer un juego de prestidigitación dejando que la gente volcase sus verdaderos caracteres cuanto más abogaba yo por la Justicia que de algún modo a todos debía unirnos. Encontré desesperación, pero la hay digna, mientras que en otros es marcadamente mezquina.

Dije que era más importante lo que debía callar, para proteger sus intereses, que lo que debía decir para que creyeran en la voluntad de pagar lo que se les adeudaba. Reconozco que experimenté y fingí atolondramiento para observar atentamente las actitudes de unos y otros. Me armé de una documentación de hace meses a la que había cambiado la fecha, por si tenía que enseñarla a medida que la experimentación fuese surtiendo efecto y observé que algunos de los presentes eran intrusos y no tenían intereses en inversión de Pagarés.

Afortunadamente me advirtió Senador sobre ello y fue fácil localizar a los alborotadores.

Necesitaba saber hasta qué punto podía la malignidad de la gente tomar fondo en el berrido y la provocación injustificada de algunos e  hice creer que les enseñaba soluciones sobre documentos que ya eran inservibles. Mi conciencia estaba muy tranquila porque lo importante era proteger los intereses de los Inversores, los que verdaderamente importan. 

Reconozco que fue un truco de salvamento pues no podía exponer los verdaderos planes, pero me sirvió para explorar los oscuros entresijos de la condición humana cuando con absoluto desagradecimiento desecha la mano justa de quien auxilia en los momentos en que se necesita confianza.Julio y Leoncio me ayudaron a completar el ilusionismo de quienes pensaron irse informados cuando en realidad se les ofreció un espejismo para calibrar sus reacciones. Así protegerles con una ignorancia que es sumamente beneficiosa.

Para colmo, y más allá de mis propias elucubraciones sobre la ajena malignidad, ese documento que di a quien no era Inversor,  se me devolvió con la última hoja arrancada para no se sabe qué menesteres. No me sorprendió el desprecio de los que rumian su ensoberbecida condición humana. Yo me quedo con la gente sencilla, como el señor que se levantó indignado cuando argumentó que cómo se podía saber quién lo estaba pasando peor según la cantidad invertida. Luego me agradeció los sacrificios que hago y que no son pocos... del resto me quedé con el refrán de que de bien nacidos es ser agradecidos.

Hoy sí, hice juegos malabares, puro ilusionismo y unos cretinos pretendieron hacerse con un documento sin valor que presenté como la panacea. Pura experimentación sobre la condición humana. La realidad me la guardo y se trabajará con sordina. Un día lo agradecerán muchos. Con razón le dije a Senador que no llevaría la realidad de los trabajos actualizados, porque no todo el mundo es de fiar en las intenciones ante este drama.

Necesitaba esta experiencia para saber qué hay detrás de unos nombres sobre ese sustantivo generalizado de Inversores. Hallé lo que buscaba y tuve el placer de conocer grandes personas como Juan o Vicente Bedman, y fui acompañado de Julio, Leoncio y Antonio que me ayudaron a encubrir la verdad y dejar que aflorara esa necedad contra la que hay que confrontar para que los mejores planes, los verdaderos, vayan a buen puerto.

Hoy los Inversores de Senador acudieron a una cita con la magia, con el ilusionismo... pero era necesaria esa protección y quizá algún día aplaudan este pequeño truco.

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