martes, 12 de marzo de 2013

Joaquin Yvancos: La famosa estrategia de crear confusión, siendo culpable


 Miente sin escrúpulos Joaquin Yvancos cuando declara que 
D. José María padece demencia senil. No pocos hemos sido testigos de largas conversaciones de banca, empresa, estrategia empresarial y planificación con el fin de buscar respuestas al drama de los Inversores, estando el abogado presente en esas reuniones.

No es extraño que manifieste falacias cuando con ello pretende evitar las penas carcelarias que dice haber asumido por la consciencia de sus actos. Mentir en público sale a cuenta.

Lo hemos visto en muchas ocasiones: Las mayores criminalidades se encubren tras el engaño público. Históricamente no solo era importante consumar el crimen en muchos momentos de esta dinámica humana de constantes conspiraciones; era aun más importante solapar la tropelía ante quienes podrían descubrirla y reaccionar con indignación: el pueblo.

Paradójicamente los peores crímenes son los perpetrados desde las altas influencias que se aprovechan de los más desfavorecidos socialmente, los proclives a la manipulación de lo colectivo,  para que venza la codicia de lo singular. Se experimenta ese engaño constantemente en el campo político, económico y social. Pocos se aprovechan de muchos.


El pueblo importa poco salvo cuando se le ensalza por aquello del referéndum universal, cuando se da la coba suficiente para engañar con promesas que se incumplen con la misma facilidad que se mata a los ciudadanos si el interés en juego así lo aconseja. Misterios de la manipulación, el pueblo siempre acaba tragando aquello que le daña y además lo predisponen para ser agradecido. Es esa supeditación genética que conlleva el servilismo ante sus señores. 

Democracia es solo un eufemismo del tiempo de las imposiciones. La forma se modifica para que el fondo prevalezca.

Joaquin Yvancos no es señor ni es servil. Representa al personaje que en tierra de nadie pertenece a la dimensión de lo oculto, del solapamiento ventajoso. Es el personaje que en la escena siempre observa con apariencia de lealtad, en tanto consuma a voluntad sus propios intereses aprovechando la confianza que en él se deposita. Cuida propios negocios al margen de quien le paga. Obtiene la aquiescencia de su señor que lo valora pero en correspondencia el protegido paga, a su vez, con la moneda de la traición, en tanto el oportunismo le aconseje arrancarse la máscara de buen consejero.

El problema de que un buen consejero porte una máscara  estriba en que ni es en esencia bueno y menos un ser confiable en dichos consejos. Quien enmascara intenciones obteniendo la confianza de su señor, obra con criterio de traición siempre. Las circunstancias no cambian bajo ningún concepto la virtud de la lealtad. La verdadera lealtad es agradecida en la confianza esencial del ser que la ejercita; el traidor enmascarado jamás es leal y solo se muestra a sí mismo cuando las circunstancias le favorecen y puede culminar la obra traicionera creada a espaldas de su señor.

Yvancos es el prototipo del conspirador arrimado que espera toda una vida para mostrar el verdadero carácter de su alma envilecida por la codicia, la envidia ensoberbecida, la falsedad de un ser profundamente abismado en las carencias de la más elemental virtud y por el sencillo fin de tamaña vileza que es el interés primero con el que se arrimó a José María Ruiz-Mateos.

En este abogado activo, pese a que amenace una expulsión a falta de recurso, para recoger la siembra oculta que pergeñó durante treinta años de traición simulando el interés verdadero de la desmedida codicia, confluyen esas características históricas que definen a los personajes de traición que siempre los grandes hombres tuvieron que padecer, llegado el momento de la manifestación verdadera de aquellos en quien se confiaba.

Traidores a las causas como a las personas pululan en el orbe de las grandes influencias. Son de una mediocridad excelsamente convenida con las malignidades más impunes. Reptan como esas serpientes del mal que necesitan acercarse a las víctimas para morderlas a traición, allá en el espacio intimista en que los allegan sin imaginar nadie el afilado colmillo que espera certero inocular su veneno. Yvancos no repta, pero su manera de arrastrarse humanamente habla de su condición pérfida, interesada, traidora y subyacente que explica muchos oscurantismos que hoy prevalecen como si fueran parte de un guión que el abogado conoce a la perfección porque parece haberlo escrito él mismo durante décadas.


Joaquin Yvancos es un experto orquestador de la falacia.  Sabedor de los entresijos que denuncia no hay que olvidar la absoluta libertad como asesor legal que desempeño con la implícita confianza que depositó en él José María Ruiz-Mateos. Confianza de mayor calado que resultó cuando el empresario dio por cumplido su papel para traspasar responsabilidades administrativas, ya pensando el prohombre que su lucha debía dar paso al descanso del guerrero para contemplar cómo otros valoraban y cuidaban la obra de toda una vida. Yvancos debió ver la gran oportunidad más fácilmente manipulable con el "buen consejo".

No existe la casualidad y es sospechosamente parecida la trampa pergeñada en una y otra ocasión contra Ruiz-Mateos. Lo de acompañarle para firmar una autoinculpación fue deleznable. La capacidad de sacrificio de un padre puede ser aprovechada de manera indecente y execrable. Los periódicos dispuestos a propalar la firma, son una "casualidad" que explica la intención del acta notarial firmada mediante engaño.

Todo vale en interés de lo propio. De ahí que el pueblo sea de nuevo manipulado con una trampa de la que no es ajena el lenguaraz Joaquin Yvancos, el primer sospechoso de todo lo que acontece y que conoce bien la estrategia de moverse mucho en los medios de comunicación para que nadie pueda marcarle como diana.

Hasta ahora la indefensión de la víctima era la fuerza para mantener una ofensiva basada en las mentiras de veintisiete años ante su Jefe, pero la mejor defensa de Ruiz-Mateos es su trabajo en busca de satisfacer la confianza de los inversores y mirar por los cuidados de sus trabajadores. 

Tras la máscara de Joaquin Yvancos está la clave de ese interés desmadejado por crear ruido, agobiar, batir múltiples factores para que resulte el jugo de la mentira y servirla al ávido público que desconoce el veneno que se está ofreciendo.

No existe más dignidad que las verdades al descubierto, aunque se las guarde aquél que jamás las usaría para defenderse: un Joaquin Yvancos, representativo personaje de las traiciones históricas, que usa al pueblo para conseguir su particular avaricia. Es lo que tiene no haber sido señor ni servil, tampoco consejero de confianza ni persona honrada según me dicen tantos. Ni logros honestos, ni lealtades ejemplares. Yvancos a solas con su conciencia, eso es lo más triste que arrastra, no es nadie. Judas se ahorcó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Colosal su descripcion de este ex abogado