viernes, 2 de noviembre de 2012

Quién es quién en la vida de D. José María Ruiz-Mateos



Ser portavoz significa representar a D. José María en la línea de su pensamiento y los condicionantes de la situación que me obligan, por cuestión de conciencia compartida con él, a la verdad y a la Justicia que siempre he pretendido en mi vida. Dios sabe las muchas presiones a las que se someten mis criterios personales aunque jamás han sido coartados por el empresario, consciente de esta difícil labor con la que estoy plenamente comprometido. 

Sigo las directrices que imponen las muchas vicisitudes que vivimos, llevado por el consejo de la prudencia hacia este horizonte marcado, desde el principio, de trabajar junto a él para pagar a los Inversores y solventar los problemas derivados de gestiones en las que él no tuvo ninguna responsabilidad.

En esas presiones inherentes a las complejas circunstancias económicas y familiares, mi posicionamiento está acorde al desarrollo de los acontecimientos que van desentrañando verdades ya evidentes ante los medios de comunicación. Él es un personaje público que, de no haber sido delictivamente expropiado por delincuentes impunes de una España corrupta y encubierta, hubiera desempeñado su trabajo empresarial y financiero en el ámbito de los despachos y las relaciones mercantiles. El destino le obligó a defenderse como solo podía hacerlo un genio que no se deja avasallar.

Anteayer  fue D. José María a los Juzgados de Plaza Castilla en Madrid. Se ha acogido a su derecho a no declarar por un delito contra la hacienda pública por la venta de un complejo polideportivo del que se dejaron de abonar 4 millones y medio de euros en concepto de IVA e Impuesto sobre Sociedades. Su abogado, Marcos García Montes, ha declarado que su cliente no conoce dicho complejo ni situación de venta, lo que da a entender el desconocimiento de la operación.

A decir verdad, D. José María desconoce mucho de todo acontecido desde el 2004, año en que traspasó la herencia empresarial , como así pretende corroborar  la actualidad de una querella que Antonio Biondini ha interpuesto, entre otros, contra  el liquidador de Cabo y a sus lugartenientes como Lavernia e Iván Losada.

Mi posicionamiento está en función de los pasos que D. José María recorre en un abrupto sendero de traición  que poco a poco se está descubriendo; no sin dolor pero con la entereza propia de un espíritu sacrificado, como es el del empresario, que confía en los designios de lo trascendental para que se descubran las miserias de lo mundano.

Lo cierto es que como portavoz y testigo con voz propia de los acontecimientos que vivimos ahora, afirmo que ninguno de los hijos de D. José María se acercó a interesarse por la salud de un padre y nadie le ha llamado después del ingreso para preguntarle por su restablecimiento. La grandeza del valor de los pequeños detalles es una evidencia que en ocasiones pasa inadvertida. Ir a visitar a un padre ingresado hubiera sido normal y habría pasado desapercibido por ser un comportamiento coherente;  pero descarado es el hecho de un ingreso hospitalario de un hombre que lo dio todo por la familia que ahora parece ignorarle, hasta en los momentos más esenciales y solidarios que unos hijos pueden mostrar por un progenitor. Algo así es relevante.

José María, hijo, declaró que todos los hermanos estuvieron junto a su padre; una falacia que puede explicar otras acerca de la carga de responsabilidad  ante asuntos en que él es inocente, aun sirviendo como pantalla para que otros eludan las responsabilidades que  soporta a modo de cruz por la dignidad que  desempeña obligado a querer a sus hijos. "Estoy obligado a querer a mis hijos" han sido duras declaraciones de su propia conciencia paternal, siendo entendedor de la dolorosa afrenta de la indolencia que ellos le han mostrado en momentos tan difíciles como los que afronta,  aun con el alma fortalecida por los muchos embates que ha soportado con heróica resignación.


Lo evidente es que Begoña y Antonio Biondini se han volcado en los cuidados elementales con esa nobleza a la que obliga la dignidad personal y el verdadero afecto y admiración que se puede profesar a un hombre como D. José María. La verdad, por encima de los oscurantismos, habrá de aflorar como toda siembra que indefectiblemente ha de dar su fruto poniendo todo en el lugar que corresponde.

Con todas las dificultades descritas,  no hay que dar pábulo a las conjeturas absurdas como la que María Eugenia Yagüe vertió, con una ligereza sensacionalista tan dañina a la verdad, argumentando que el Sr. Ruiz-Mateos pudo haber sido intoxicado por la familia. Begoña critica esas posturas de imprudencia que periodistas ávidos de amarillismo suelen ejercer tan neciamente. Pero creo que no hay mayor toxicidad que la de la sutil hipocresía de las actitudes que deja abandonado a quien, en la Unidad de Vigilancia Intensiva, se preguntaba sobre el paradero de unos vástagos a los que entregó su propia vida, convertida en un suplicio cuando él solo debía de estar disfrutando de un descanso merecido al calor de un hogar.


Como portavoz y amigo de D. José María, no dejo de preguntarme por qué estuvimos Begoña, Isabel y yo velando por su salud aquella tensa y triste noche, sin que nadie de su familia haya todavía preguntado por el estado anímico de un padre, abandonado de esenciales querencias que tan poco cuestan dar.

Luego, no hay que preguntarse por qué siempre le acompaña Begoña en los momentos más difíciles. La respuesta es tan sencilla como preguntarse por qué el resto lo ignoran. La virtud personal no es cuestión de números sino de calidad y en ocasiones basta la individualidad para poner en evidencia a un colectivo; del mismo modo que D. José María puso en evidencia a toda una colectiva corruptela luchando por sus derechos frente a la delictiva expropiación de Rumasa, siendo absuelto- habrá que repetirlo constantemente por lo mucho que fue silenciado- de toda imputación en 1996.

Él va a seguir porfiando por resolver el drama de los Inversores y reivindicar sus derechos ante un vergonzante expolio que pasó factura, y muy cara, al conjunto de los ciudadanos. La procesión va por dentro y es asombroso comprobar cómo su sentido del humor no lo deja de lado, quizá consciente de la importancia de no sucumbir al dolor moral que deja a los designios de lo divino.

Luego está el cinismo visceral de muchos cómplices de latrocinio y de un sectarismo nauseabundo.  Si se le acusa de delitos contra la hacienda pública, habría que ver primero cuáles son los delitos del Estado contra su patrimonio y persona. Le saquearon a punta de metralleta de manera comprobadamente delictiva y nadie se preocupó de investigar el criminal atropello. Hipócritas.

Es difícil saber quién es quién en la vida del empresario, pero él tiene claro que los Inversores son el primer propósito de su labor diaria. Eso también lo tengo muy claro.

2 comentarios:

Unknown dijo...

son ustedes muy grandes, muy muy grandes.

I.F.C. dijo...

Gracias por el ánimo, Jeremiah.