martes, 11 de septiembre de 2012


Estimado Jordi, creo en la democracia pero, al igual que D. José María acerca de la Justicia, no creo que exista en España, al menos en el trasfondo veraz que pretendió otorgarse con el mérito conjunto de los ciudadanos a través de la Transición.
 La censura drástica en El Gran Debate fue una evidencia descarada de que el verbo es aceptado cuando no conlleva el compromiso de la verdad radicada en la denuncia, sobre todo cuando puede quedar en evidencia esa corrupción encubierta que maneja realmente el destino de este país.
 
Como te dije en Alondra 2, cuando tú y tu equipo fuisteis excelentemente acogidos para que os sintierais cómodos trabajando, no podemos llamar a lo nuestro democracia cuando ésta está sedimentada sobre oscurantistas bases de misterios sin resolver, siendo la delictiva expropiación de Rumasa uno de los secretos mejor guardados por honorabilidades aparentes que se beneficiaron del brutal expolio.
 
En todo momento practicamos la misma sinceridad contigo y con la misma integridad sin subterfugios que no van con nosotros y con absoluta trasparencia en el criterio y los argumentos coherentes que pertinentemente compartimos durante la estancia en la casa para entrevistar a D. José María.
 
Con el director, Alberto, previamente hubo una sintonía naturalizada por la total disposición a mostrar la realidad de lo acontecido durante esos días. Todo fue orquestadamente correcto y tú obtuviste, con buen agrado nuestro, el beneplácito para formular cuanta pregunta juzgaste de interés general.
 
Siendo así los antecedentes, no se entienden la displicencia y el desagradecimiento que mostrasteis en directo durante la grabación de El Gran Debate. El detonante de vuestro cambio de tratamiento pudo ser cuando me expresé acerca del conchabamiento de la judicatura, la empresa, la finanza y la política, para llevar a cabo la delictiva expropiación de Rumasa hace treinta años, junto a gente oculta de aparente honorabilidad que muy seguramente habían llevado a la ruina al resto de los españoles tres décadas después.
    Nada expuse que no te comunicara durante nuestra charla que antecedió a la presentación del empresario ante vuestras cámaras montadas en la residencia.
 
Es sintomático que pasaras a otro tema sin cerrar el debate que apenas se había iniciado. Mostrasteis una cara oculta en un programa de libertad de expresión que anula toda intención disertativa vuestra en defensa de la comunicación democrática. La fachada de vuestras intenciones aparentes escondía una descarada actitud de intolerancia que llevasteis a cabo con el menosprecio propio del totalitarismo que evidenciasteis sin ningún pudor, como quien acostumbra a violar la libre disposición de pensamiento que posee cualquier ciudadano.
 
Sería comprensible que en la perentoria necesidad de un brusco corte de comunicación, hubieras llamado y explicar disposiciones tan agrias que son reprochables actuaciones para un periodista que dice respetar el criterio de lo ajeno. También el director, Alberto, hubiera demostrado honestidad intentando explicar la evidencia por cercenar la palabra de quien dispone de conocimiento de causa, para propalar verdades capaces de inspirar ese grito censor que debió emitirse por tu pinganillo para que fueras rápido de reacciones y dejar a la audiencia, con absoluta falta de respeto profesional, engañada sobre un debate que nunca pretendió, ahora se comprende, ser plataforma de libre expresión. ¿Por qué la censura?
Llámame ingenuo-aunque me parezca evidente que ni Esperanza, ni Patricia, ni el director Alberto ni tú mismo hayáis expresado un mínimo comunicado- si creo que podrías comunicarte explicando algo al respecto. Si no eres lo que la apariencia hace sospechar, se espera tu llamada. Gracias.


         Ignacio Fernández Candela
Portavoz de D. José María Ruiz-Mateos

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